Esto de la inteligencia artificial se nos va de las manos. En un par de meses caduca casi todo lo divulgable y toca volver a empezar. ¿Son capaces de hacer arte? ¿Crean copian? ¿A quién pertenecen sus obras? Vivimos en un momento donde estas preguntas ya no son cosa de los aficionados a la inteligencia artificial y las cuestiones éticas y legales surgen en conversaciones del día a día.
Para hablar sobre ello tenemos con nosotros a Miguel Rebollo, que es profesor en la Universidad Politécnica de Valencia. De pequeño quería ser astronauta, pero como no pudo ser, le pareció interesante que un robot fuera en su lugar e hizo un doctorado en Inteligencia Artificial para aprender a hacerlo. Después se dió cuenta de que un robot solo se iba a aburrir y que era mejor mandar unos cuantos, así que para aprender cómo trabajar con multitudes se lió la manta a la cabeza e hizo otro doctorado en Sistemas Complejos. De momento no le dejan acercarse demasiado a los cohetes, así que tiene que contentarse con la roomba y la thermomix. Y ya que nuestra generación parece que ha fracasado en eso de tener robots que nos ayuden a hacer las tareas más duras, intenta que sus estudiantes consigan hacer algo más interesante sin destruir a la humanidad por el camino.