Cierto día se acercó una gitana adivinadora a la niña María de las Mercedes de Orleans y Borbón, solicitándole una limosna. Merceditas, como era conocida en su casa, le dio unas monedas a la anciana, tras lo cual ella quiso agradecérselo echándole la buenaventura. El vaticinio de la gitana no podía ser más improbable, pues ni la monarquía ni su familia vivían un buen momento en esos años