En el verano del 846, cuando Roma ya no tenía nada de Imperio, un grupo de piratas de origen sarraceno e hispano que surcaba el Mediterráneo, saqueó los tesoros de la ciudad y ultrajó los restos de las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo
En el verano del 846, cuando Roma ya no tenía nada de Imperio, un grupo de piratas de origen sarraceno e hispano que surcaba el Mediterráneo, saqueó los tesoros de la ciudad y ultrajó los restos de las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo