Dos niñas de Oteiza, un pequeño pueblo de Navarra, escriben una carta y la esconden en el bolsillo cosido de un jersey. La carta va destinada a un «soldado de España» y la persona que la recibe es Javier Garralda, un joven que lucha en el frente durante la Guerra Civil.
Con la llegada del invierno a las trincheras, surgieron en los pueblos improvisados talleres de costura para enviar a los soldados ropa de abrigo, pero también palabras de aliento y estampitas religiosas escondidas entre las costuras.
Esta carta, escrita por las niñas Dolores Garralda Leoz y Carmen Azcona, estaba entre las pertenencias que llegaron a la casa del soldado Garralda, abatido el 26 de diciembre de 1936, en la masacre que siguió a la tregua de Nochebuena.
Miren Garralda, familiar del soldado, es la heredera de esta carta que aún conserva la familia y que salió a la luz en el Museo del Carlismo de Estella, durante una exposición titulada ‘Luz en la penumbra. Sanidad y humanismo en los conflictos bélicos. Siglos XIX y XX’.
Allí la encontró una vecina de Oteiza, el pueblo en el que aún viven las familias de esas niñas que tejieron un jersey y escondieron una carta, hace ya más de 80 años.
El jueves 31 de marzo tuvo lugar un encuentro muy especial en el pueblo. Las hijas y nietas de Lola y Carmen, las niñas de Oteiza que escribieron la carta, conocieron a Miren Garralda, nieta del soldado que la recibió antes de morir en el frente de batalla.
«Lo que está claro es que cuando ellas confeccionaron el jersey no sabían a quién se lo mandaban», explica Larraz, investigador y comisario de la exposición que unió de nuevo a estas familias.