Desde que la vida salió de los océanos, hace unos 500 millones de años, y se extendió por todos los continentes, la Tierra ha sufrido un buen número de extinciones masivas, cinco de ellas especialmente graves, ya que acabaron en cada ocasión con más del 80% de la vida existente, y el resto no tanto, aunque sí lo suficiente como para comprometer hábitats completos y llevar a la extinción a un porcentaje significativo de especies.
Entre las cinco más destructivas, la mayor extinción fue sin duda la que tuvo lugar hace 251 millones de años, en la frontera entre el Pérmico y el Triásico, cuando más del 90% de las especies vivas desaparecieron para siempre. Su causa fue el brusco cambio climático provocado por una actividad volcánica desenfrenada y nunca vista en la historia de nuestro planeta.
La combinación entre vulcanismo y cambio climático se repitió después en otras ocasiones, incluso en la última gran extinción masiva, 'rematada' por el impacto de un asteroide hace 66 millones de años pero que ya venía gestándose con las erupciones que dieron origen a los 'traps del Decán', una provincia ígnea de 500.000 km cuadrados de lava y 2 km de espesor. Durante aquella última gran extinción desaparecieron los dinosaurios, y con ellos más del 75% de todas las especies vivas en aquél momento.
Ahora, un nuevo estudio dirigido por el biólogo Michael Rampino, de la Universidad de Nueva York, concluye que, por lo menos durante los últimos 260 millones de años, todas las extinciones masivas que han afectado a la Tierra fueron causadas, sin excepción, por erupciones volcánicas masivas y las crisis ambientales resultantes. Pero no solo eso, sino que esas erupciones, y sus consecuencias, se repiten cíclicamente, una vez cada entre 26 y 33 millones de años, y coinciden con una serie de cambios en la órbita de la Tierra que siguen el mismo patrón cíclico.