La invasión del Imperio Celeste no fue un cuento chino, porque las riquezas del Reino de la Gran Muralla hicieron soñar a los europeos desde el relato de Marco Polo. Cristóbal Colón quería dirigirse a China cuando encontró el Nuevo Mundo, un continente desconocido. Y poco después Magallanes y Elcano lograron llegar por la ruta de Colón, la de poniente, hasta las costas de Asia. Los conquistadores de las décadas centrales del siglo XVI querían igualar los logros de Cortés en México y Pizarro en Perú, que conquistaron grandes imperios con muy pocos españoles aliándose a los tradicionales enemigos de los Aztecas y los Incas. Por eso proyectaron misiones militares contra China, alguna con tan solo 60 hombres, y otras con 6.000, pólvora, bronce, naves y galeras. Felipe II rechazaba una tras otra las intentonas belicistas porque sabía que antes debía conocer la realidad de China y no solo el eco febril de sus míticas riquezas.