De la mano de la directora Clara Roquet, ganadora del Goya a la Mejor Dirección Novel por ‘Libertad’, repasamos la fascinante historia de guionistas que decidieron dar el salto a la dirección. Arantxa Echevarría (Chinas), Félix Viscarret (Una vida no tan simple) y Anna R. Costa (Arde Madrid, Fácil) nos acompañan en este viaje que saca a la luz óperas primas inolvidables surgidas de creadores que maduraron su talento en la sombra.
Transcripción
Lo que me motivó a dar el salto de guionista directora fue la escritura del corto el adiós, era muy personal, y en ese momento la iba a dirigir otra directora, que es Antonieta Krusygianovic, y tenía una visión, pues, muy propia del corto, y a mí todo me parecía raro, ¿no? Y le decía, ¿pero esto lo vas a hacer así? ¿Esto cómo? Y en un momento ella me dijo, ¿pero por qué no lo haces tú? Porque yo tenía una visión muy clara de cómo tenía que ser, y en ese momento yo no me sentía como capaz de dirigir porque pensaba asociar mucho la dirección a una autoridad y yo, pues era más tímida, me gustaba más estar como detrás ¿no?
De un director. Pero me rodeé de amigas en un entorno en el cual yo sentía que podía como consultar y podía tener dudas y me podía equivocar y y ahí me atreví. Pero, bueno, para mí la dirección en el fondo es como es la idea de completar una obra, ¿no? De cuando tengo una visión clara de algo, llegar cine
es, en su definición más sencilla, contar historias, llevar a la pantalla las preocupaciones, miedos o anhelos de alguien, pero también sus ilusiones. Todo nace de una idea, la de un guionista frente a un papel en blanco, pero no siempre es fácil llevarlas a cabo.
Y, precisamente, hoy hablamos con guionistas que han dado el salto a la dirección para contar sus propias historias, como Clara Rockett y Ana R Acosta, autoras de la película Libertad y de la serie Fácil, respectivamente. También con Félix Biscarret, cuyo primer guion de largo Frustrado le abrió otras puertas y que estrenó el año pasado la deliciosa Una vida no tan simple, y con Arancha Echevarría, que después de haber hecho de todo en el mundo del cine, dirigió por primera vez a los cincuenta años la película Carmen y Lola, y que ha llegado para quedarse.
A través de sus voces, aprendemos hoy un poco más sobre este oficio artesanal, el de los contadores de historias, que con frecuencia se da de bruces en vicisitudes mucho menos prosaicas, las propias de la dificultad económica de levantar una película.
Somos Julieta Martialay.
Y Juan Silvestre.
Y esto es
Amanece que no es podcast.
Fotogramas y fundaciones GAE presenta Amanece que no es podcast.
Pues Carmen Irola tenía que dirigirla yo porque me la había imaginado desde el principio, desde el minuto uno, la la la imagen esa de de que viene el país de dos chicas gitanas de espaldas que nadie conocía y que tenían nombres supuestos que habían habían acercado al registro civil y se habían casado con esa pena que que tienen un gitano de no poder celebrar, pues hacerlo solas tenía nada que ver con la versión tan masculina, ¿no? Del tenía nada que ver con la versión tan masculina, ¿no? Del primer amor, del del deseo y de todo eso, para mí era todo súper maiz. Recuerdo, pues, mi primer amor con oh, me ha mirado, voy a intentar rozar mi mano con la suya, y esas esas mariposas más bien eran águilas, lo que tenía yo en el estómago, ¿no? Entonces cuando me puse a escribir era imposible que hubiera escrito el guion y no haberlo dirigido.
Visualmente lo tenía clarísimo cómo eran los personajes, colores, los encuadres, todo.
Yo antes de fácil ya había dirigido. En Art de Madrid dirigimos Apachas, lo que pasa es que mi nombre aparece en una cartera en pequeñito y pone codirección. Yo estaba más en
combo porque
Paco era prota y entonces tenía que haber una visión desde fuera y fue una dirección apachas. Fácil ya la asumí sola, bueno, aunque Laura Joe firma conmigo la dirección, dirección, pero, claro, dio desde la creación y la escritura de guion y fue un placer. La verdad es que no sufrí nada, sufrí mucho más en Art de Madrid. Sufrí sufro más cuando es compartida y hay que llegar a acuerdos que cuando eres tú sola y te tomas la autoridad de una manera muy relajada, ¿no? La cuestión de haber escrito todos los guiones y tenerlos tan en en en mí, ¿no?
Dentro, pues hacía que todo se levantase, ¿no? Como si fuese una escultura que se está levantando delante de ti, o como si fuese una arquitectura que tú has diseñado en plano en los guiones y de repente va cogiendo forma y se va levantando.
Pues el proyecto de libertad sencillamente es que lo empecé a escribir ya de pensando en la dirección, porque también era una historia personal ya había dirigido el corto y en ningún momento me planteé no dirigirla. Salió de desde este lugar y ya la escribía pensando en cómo iba a dirigir la secuencia.
Esa historia que tenían entre manos, no podía dirigirla a nadie que no fueran ellas.
Por Carmen y Lola, Echevarría ganó el Goya mejor dirección Nobel en dos mil dieciocho y, tres años más tarde, logró lo mismo Rocket por libertad. Julieta, ¿qué te parece si aprovechamos y hablamos de grandes óperas primas del cine español?
Me encanta porque en el cine español tenemos gloriosos ópera
primistas. Absolutamente.
Entonces tú ya sabes que a mí me gusta mucho rebobinar, yo me voy ir a lo más antiguo y a ver si podemos hacer así un flash rapidito
Venga.
Para poner encima de la mesa que ha habido grandes, grandes debuts. Por ejemplo, pues, esa pareja feliz
de
Luis García Berlanga y Juan Antonio Bardem, que eran dos cinéfinos debutantes, también dos personalidades muy diferentes, pero que se ha apoyado mutuamente para darle una vuelta de tuerca al cine de los años cincuenta, y que después cada uno de ellos sigue una trayectoria completamente distinta. Otro glorioso ópera primista fue Carlos Saura, un debutante prodigio con los Golfos, que escribió el mismo junto con Mario Camus, que se inspiró en el jarama de Sánchez Cerlosio para rodar un retrato realista del Madrid de finales de los años cincuenta y con la que fue al Festival de Cannes. Otro debutante fue Gonzalo Suárez con Ditirambo, que, bueno, dio inicio a una de las filmografías más interesantes que tenemos en España, experimental y vanguardista, y que tiene una anécdota detrás muy muy bonita para poner en pie esta película.
Ah, sí.
Sí, la cuenta. Gonzalo Suárez había sido, antes que cineasta, había sido periodista deportivo. Y entonces él se dedicaba a escribir los informes del Inter de Milán para Helenio Herrera, que era el entrenador. Y entonces cuando debutó, bueno, él siempre quiso dirigir, pero no había manera, y entonces, cuando enseñó esta historia, la movió por ahí, que era un privado que encima la iba a protagonizar él, quien le produjo la película fue, precisamente, el presidente del Inter de Milán.
O sea,
para que veas que el fútbol y el cine siempre han ido de la mano.
Sí, bueno, mira, Antonio de la Torre. Exacto. Periodista deportivo también.
Y y otro de los, digamos, veteranos, antes de dar pie a algo más reciente, pues no se nos puede olvidar Víctor Erice y el espíritu de la Colmena, que ganó la Concha de oro en San Sebastián, que ya le recordamos con motivo del festival y de su último estreno, y que escribió su propio guion con el crítico Ángel Fernández Santos.
Bueno, yo me voy a ir un poquito más más adelante a mil novecientos setenta y siete, cuando Fernando Colomo dirigió Tigres de Papel, que para mí es una de las películas más bellas y significativas de la historia de cine español con esa Carmen Maura, absolutamente en estado de gracia y, además, ella siempre recuerda en las entrevistas que esta película era un poco como jugar, que ellos la hicieron de una manera absolutamente lúdica.
Un fancomando.
A mí me gusta mucho, fíjate, de esta película, como de la siguiente que voy a hablar, cómo refleja el Madrid de la época. Son cartas de amor a Madrid, a ese Madrid de aquellos años tan efervescente, tan activo. Y, de la misma manera, en mil novecientos ochenta llegaba Fernando Trueba con su ópera prima, con esos maravillosos Óscar Laduire y Antonio Resines.
Que le produjo, precisamente, Colomo.
Efectivamente. Y
que dieron inicio a lo que se llamó la comedia madrileña.
Efectivamente, sembraron, bueno, las bases de lo que luego fue la la la comedia madrileña, que que tantas alegrías nos dio, algunos disgustos también También. Como todo, pero bueno, y luego nos vamos, cómo no, a Pedro Almodóvar y Pepi, Lucy Bomg y otras chicas del montón. ¿Qué decir que no se haya dicho de esta película, de su transgresión, de su atrevimiento, de su originalidad, de de sus actrices en estado de gracia de esa Alaska con quince años
Bueno, acuérdate que yo me salí y volví a entrar, que lo conté en el primer episodio.
Totalmente, esa película tan tan tan valiente, tan progresora y no para todos los públicos y, bueno, hay que tener muchos bemoles para rodar aquello en aquella época y también las actrices para atreverse a
a bueno. Con la corriente muy fresca del cine español.
Absolutamente, máximo representante de la de la movida. Y luego vamos con otro cineasta absolutamente diferente también, autor también, transgresor también vanguardista, Juan Mabajo Ulloa, que en mil novecientos noventa y uno estrenó Alas de Mariposa,
película.
Una película brutal, me acuerdo de esta madre, que no quería tener una niña, quería tener un niño. Sylvia Mund, inmensa, Tito Valverde inmenso. Y bueno, fue la primera película de una filmografía, como he dicho, absolutamente, es que no sé ni definirla, porque hablaba Julioa, tiene una cosa
Es muy parte, ha sido una filmografía muy particular como la del siguiente que te voy a mencionar. Me hace gracia de Alas de Mariposa porque Juan Abajo ya tenía veinticuatro años en ese momento, y él escribió el guion junto con su hermano y lo tuvieron que producir los dos y parte de la familia, o sea, que esto sí que fue amor al cine absoluto.
Fíjate.
Hicieron una obra de arte que que hay que revisar a a a cada poco tiempo.
Es cierto que de Juan Baujulloa se conoce Airbach, claro, totalmente, pero él tiene una filmografía interesantísima. Interesantísima. Y es un tipo interesantísimo, aquí tengo yo una anécdota de las
mías. Venga.
Yo hice un curso con Home Aboga de interpretación y me pareció un tipo fascinante.
Es que lo es.
Cercano, maravilloso. Y luego nos llevamos también con él que nos cedió un texto suyo para un microteatro.
Ay, qué bueno.
Hicimos un microteatro que se llamaba Poli Bueno Poli Muerto y era suyo y era un texto también
No sé si fue esa obra a la que yo fui. ¿Y tenía que ver con la droga?
No.
¿No? Vale, es que yo fui a ver, es que me parto de risa y yo voy al microteatro y resulta que te vi a ti actuar porque fui a una obra de Juanma bajo yo. Además.
Claro, es que tuvo como un ciclo allí Sí,
sí, sí, sí, sí.
No, no era esa, pero hubiera sido ya, vamos.
Bueno, volviendo a a nuestros gloriosos debutantes, Juanma Baja Ulloa, pues evidentemente a mí me lleva a Vacas, de Julio Medem, también otro brillantísimo director, sobre todo también esa trilogía magistral de sus inicios, que ya ha ha terminado la última ocho, que estamos deseando verla, a ver qué tal. Bueno, él planteaba un manejo del tiempo, mi original con un Carmelo Gómez increíble también. Bueno, y y por supuesto, la música de Alberto Iglesias, que ahí ha crecido Alberto, que ya es como la mano derecha de muchos cineastas, entre otros de de Pedro Almodóvar. Bueno, se llevó el Goya, además, a mejor director novel. Y luego, por supuesto, ya metiéndome más adentro en los años noventa, pues un guionista que estaba ahí a pico y pala, y que tardó mucho en en decidirse a ser director y lo hizo a lo grande y es Agustín Diáyánez con Nadia Vera de nosotras cuando ya hemos muerto, que todos recordaremos una pila al bardem inmensísima, y que yo creo que Agustín Diáyanes la volvió a colocar en el mapa, en un lugar en el que ella no había podido estar y que él la puso ahí.
Y luego
La historia Abril estaba absolutamente muy
bien. Era una película que no tenía fisuras por ninguna parte. La verdad es que, a veces es lo que yo digo que es muy difícil cuando empiezas tan alto, para mí lo difícil nunca ha sido la la primera película, sin levantarla.
Claro.
Pero lo tremendamente difícil, una vez que has debutado con estas joyas, como las que hemos mencionado hasta ahora, es la segunda película. Y, de hecho, creo que hay filmografías en España de directores que realmente son directores de una sola película.
Absolutamente de acuerdo.
No es el caso, por ejemplo, de Icia Arboyáin, ¿no?
Icia Arboyáin, que en mil novecientos noventa y cinco debutó con Hola, estás sola, una película absolutamente deliciosa con una Candela Peña en estado de gracia, también digo cuando Candela Peña no está en estado de gracia. Ella está magistrada ahora mismo en el caso Asunta, ha compuesto un personaje absolutamente
siendo certera desde que era muy pequeña,
Espeluznante y aquí Enola está sola, está maravillosa, está divertidísima. Está con aquella Silke que que fue en su momento una gran promesa y parecía que iba a ser la gran estrella del cine español y decidió
Y decidió retirarse. Yo ya lo entiendo, ¿no? Porque, bueno, es es estaba muy, es que de repente se colocó toda una explosión mediática muy grande, muy rápida y eso es muy difícil de aguantar. Bueno, el caso de Diciar me hace gracia porque ella, primero había sido actriz
y de hecho
ella estuvo con con Víctor Eilse. Y bueno, no es que diera el salto de de guionista, que sería lo lógico, sino de actriz. Otro actor, por ejemplo, que tenemos es Acheromañas, más tarde en el dos mil, antes de Acheromañas tenemos por aquí otro par de pero Acheromañas y el Bola del año dos mil, que inauguró el año dos mil, esa es una también una de las magníficas películas, ópera pina maravillosa que triunfó en los Goya, pues como triunfó también, pues un director, que si yo te digo que que venía de trabajar en programas como Un, Dos, Tres o en programas de martes y trece, pues, a lo mejor, te despista. Pues era Fernando de León de Aranoa, que hizo Familia y que es la que puso en el mapa a Elena Anaya, otra actriz de larguísimo recorrido.
Peliculón también. Sí. Y, bueno, no podemos terminar este bloque sin hablar, por supuesto, de Alejandra Menávar y tesis.
Efectivamente.
Qué decir de esa película y qué decir de de lo que supuso y de
Bueno, claro. Y de y de gracia siempre a José Luis Cuerda. Absolutamente. Que le apoyó.
Absolutamente. Y que él dejó la facultad de ciencias de información porque dijo que ahí no estaba aprendiendo nada de
eso. Exacto. No, no, o sea, tenía un un talento y un instinto bárbaro. Ya ya sí, ya para terminar este bloque, que no nos haga largo, pero que hay muchos a los que recordar, pues yo siempre reivindico la figura de de Joaquín Oristrel, siguen activo ahí con un pulso fantástico, pero que fue responsable de los grandísimos éxitos que tuvo Manuel Gómez Pereira, pues como el amor perjudica seriamente la salud, ¿no? Boca a boca, o también hizo grandes guiones para Mariano Arroso, como Éxtasis, por ejemplo, con un inmenso Javier Bardem o Mi hermano del alma, Mi hermano del alma, perdón.
Y Oritrel, después de de de mucho pico y pala, pues puso sobre la mesa, ¿de qué hablan las mujeres? Era, ¿de qué se ríen? Perdóneme, ¿de qué se ríen las mujeres? Y además me ha llevado a esto Candela Peña, que también estaba ahí, con Verónica Forqué y con una Adriana Azores, inmensísima. Y luego empieza a sumar, porque claro, pues al hilo de de Amenábar, pues tienes a Mateo Gil, que también debutó.
Al hilo de Bayona, pues tienes a Sergio G Sánchez, guionista que también debutó como director.
Es cierto que tenemos en España óperas primas
Sí, sí, muy buenas.
Memorables, sí, buenas.
Muy buenas y de todos los años y todas las décadas,
va, pues. Y hemos hablado antes de Libertad, por cierto, la ópera prima de Clara Rouquet, pero lo que mucha gente no sabe es que antes de hacerse conocida con esa finta, ya había salido en las páginas de fotogramas, pero no como protagonista, Julieta.
Efectivamente, hay una anécdota del tipo qué película hará aquel rodaje, y es que Clara Rocket fue hace unos diez años, más o menos, colaboradora por un día de nuestra revista. Ella nos cuenta la experiencia.
Tengo una buenísimo, buenísimo recuerdo del rodaje de Noah, de irlo a cubrir para fotogramas. Yo no sé dónde estabas haciendo en Nueva York y y se ve que que se puso enfermo, no sé qué pasó con la persona de fotogramas que lo tenía que ir a cubrir con el periodista. Entonces, mi tío en ese momento trabajaba en fotogramas, Vicente Tunnel, que era diseñador gráfico, y, pues, les habló de mí y me llamaron, de repente, diciendo, ¿me quieres
ir a hacer esto?
Y yo, sí, por supuesto. Entonces, me vinieron a buscar en un hotel muy bonito,
en una cita en
un hotel muy bonito, muy bonito del centro de Manhattan. Nos fuimos con una van con todo de reporteros y periodistas que que tenían muchísima experiencia y yo no sabía nada, y les dije yo no, no, no sé hacer esto. Entonces, me empezaron a dar consejos como, por ejemplo, que cuidado con Russell Craw, que tienen, tenía mucho carácter. Pues, yo llego al set de Noah, claro, era un sitio espectacular montar en el arca de Noah y había arriba con unos aspersores gigantes para hacer llover. Entonces, de repente viene hacia mí Russell Crow.
Nada, me dio un momento de miedo porque me vino a dar la mano, pero luego fue educadísimo. Di a la mano y me dejó, Hi, I'm rassom. Y nada, ahí empecé la entrevista, pero me me quedó con un recuerdo increíble de ese momento.
Y siguiendo con las anécdotas, no nos hemos podido resistir a pedirle alguna Arantxa Echevarría, que además tiene muchísima gracia contándolo todo. La queremos muchísimo, Arantxa, somos muy fans en fotogramas, y esta vez nos va a hablar sobre los muchos trabajos relacionados con el cine que hizo antes de ser directora.
Uf, es que han sido más años siendo técnico que directora, tengo anécdotas para parar un tren. Como yo no tenía ningún acceso al cine, no sabía cómo, no tenía familiares, nada, me apunté a figuración y la primera peli en la que estuve de figurante estaba Victoria Abril que me dio con la puerta de las narices en una en un arrebato de de cólera, se enfadó con no sé quién y yo estaba de figurante haciendo de de en una boda detrás de una puerta y me me estampó la puerta de las narices y pensé, jo, me ha pegado Víctor de Abril.
No debe ser fácil asumir la tarea de dirigir una película por primera vez, ya que ello requiere una grandísima responsabilidad y mucha gente a tu cargo. Por eso, le hemos preguntado a las tres directoras cómo recuerdan ese primer día de rodaje.
Pues, mi primer día de rodaje como directora, que fue en en el adiós, estaba muy nerviosa, tenía la sensación de, no no sabía por qué toda esta gente tenía que hacerme caso en nada, pero me rodé de amigas y fue un entorno que me hacía sentir muy segura y, gracias a eso, pues, pude superar el síndrome este de la impostera.
Curiosamente, mi primer día de rodaje, lo recuerdo, superilusionada, con muchísimas ganas, feliz. Es algo que me pasa, que yo cuando ruedo me olvido de todo, me olvido de los problemas de de la pre, me olvido los problemas que hubo de casting, cuido de todo y estoy súper concentrada porque es milagroso, o sea, a mí me resulta milagroso que yo en mi casa, de madrugada, me ponga adelante un papel y empiece a escribir una unos diálogos y que de pronto haya podido conseguir levantar dinero para hacerlo. Y hablamos de de una peli, ¿no? Que que que si escribes un libro, pues puedes escribir cien en tu casa y que también se publican, pero puedes escribirlos. Prodar implica mucho dinero, incluso millones, ¿no?
No sé, me parece que tengo tal privilegio que no tengo el síndrome del el síndrome del impostor. El síndrome del impostor lo tengo cuando vendo proyecto, a ver, cuando o cuando alguien me viene con un guion y pienso, ostras, qué guionazo, y digo, y yo seré capaz de hacerlo, pero el día de rodaje me olvido de todo.
Mi primer día de rodaje en fácil iba con ilusión, muchísima ilusión. Un poquito de nervios que siempre están ahí, pero enseguida como el trabajo de la preproducción había sido muy interesante y muy fluido. Había procurado llegar a a conexión artística con cada uno de los y sin haber llegado a esa conexión de la que hablo, cada uno y sin haber y sin haber llegado a esa conexión de la que hablo, ¿no? Entonces, fue una fiesta, fue como como llegar a un primer día de vacaciones.
No siempre las historias surgen de uno mismo. A veces, se tratan de la adaptación de un libro, un relato o un cómic, otras son eso que denominamos encargo, un proyecto que alguien ha creado, normalmente, de corte comercial, y que busca a quien lo ejecute.
Se ven Clara Roquet, Félix Vizcarret o Arancha Echevarría dirigiendo algo que han ideado otros?
No me termino de ver dirigiendo guiones de otros en los cuales yo no tenga ningún tipo de de peso autoral en los cuales yo no pueda, por ejemplo, reescribir o o hacerme los míos. Es muy parte de mi proceso, necesito llevar a mi universo lo que está escrito, a mi forma de trabajar, me me cuesta mucho, me costaría mucho pensar que puedo dirigir un encargo en el cual yo no tengo ni voz ni voto en el guion, no sé si lo haría, pero sí que
dirigiría un guion de otra persona que me
gustase, si si puedo después meterle un se puede ver que yo no considero que haya,
creo que ya se puede ver que yo no considero que haya verdaderamente proyectos de de encargo. Las historias surgen, a veces son de ideas que tiene uno, que le desvelan en mitad de la noche, que le inspiran, que le dejan tus manos y luego cuando estás, eso, viendo cómo ese material cobra vida, nunca vas a estar pensando, pero un momento, ¿esto surge surge de una idea propia mía o es de algo que he leído? Da igual, en ese momento ya estás, te has enamorado de esa historia, estás entregado, vas a dedicarle años de tu vida, así que no no no ves ninguna distinción. Uno, por supuesto, quiere a todos sus hijos por igual, y como te va a tocar en muchos momentos dar lo mejor de ti, dar toda tu energía, más te vale que no tengas de verdad una diferenciación de ningún tipo, ni siquiera interna, entre esas criaturas, digamos, vengan de donde vengan.
Yo hago mucho tipo de cine, incluso he hecho series, he hecho Días Mejores, que es una serie muy intimista, o hice el capítulo cinco de la primera temporada de El Cid, que no
tiene nada que
ver, imagínate. Yo creo que que un director es un ser que quiere contar historias, ¿no? Y y hay historias que que son mías, que me llevan mucho tiempo, China me llevó cuatro años, Carmen y Lola fueron seis años, entonces, claro, cada película que yo escribo, preparo y me produzco, a mí me lleva mucho tiempo, y yo quiero rodar. Entonces, tengo esa dualidad de de si me traes un guionazo que yo no tenga que invertir todo ese tiempo de trabajo y de y de meterme en ese mundo que quiero plasmar y ya está, he hecho ese trabajo, pues yo me agarro a ese guion con uñas y dientes. Hacer comedias, que he hecho un par, a mí también me lleva a otro sitio, me lleva a producciones de de mucho dinero, me lleva, de pronto, a tener un presupuesto de cinco o seis millones, ¿no?
Y manejar un un un género complicadísimo, que es la comedia. O sea, no creo que William Wailers sea peor director que Vin Benders. Bueno,
Julieta, yo creo que aquí tenemos un melón de los nuestros muy interesante, porque es verdad que durante muchos años eso se encargó, sobre todo cuando se trataba de la típica comedia comercial, pues estaban como mal vistos, entonces, ¿tú crees que hemos superado ya un poco este este, no sé si llamarlo menosprecio, esta cosa como que?
Prejuicio, ¿no?
Sí, efectivamente, un prejuicio.
Bueno, yo es que ahí estoy de acuerdo con con Arancha Echevarría, quiero decir que Bill Wilder o William Wilder, pues no son peores directores que Bin Benders. Y, de hecho, si pensamos en la historia del cine, pues la palabra artesanos del cine se asocia con grandes directores que hacían películas por encargo, o sea, no sé si alguien piensa que John Ford o Frank Capra o ya mencionado Billy Wilder no eran buenos directores, pues es que ha hecho mal los deberes. O sea, como dice Vizcarret, pues todas las películas son como tus hijos y debes quererlas por igual. Es verdad que durante una época, pero que pero que que lo usó, malamente se despreciaba hacer películas por por encargo, cuando realmente hacer películas por encargo es una grandísima escuela. Primero, porque normalmente cuando tú debutas con tu ópera prima sueles hacerlo con una película de corte indie pequeñita, en fin, que te la financia la familia, como hablamos de Juanma bajo Ulloa.
Claro. Pero a la hora de gestionar grandes equipos, de gestionar grandes presupuestos, eso se se hace siempre con una película por encargo, y realmente en España hubo durante una temporada un drama, porque nadie quería hacerlas. Y entonces, pero bueno, o sea Claro.
El cine se
hace con con con, bueno, pues asumiendo, haciendo tuyo trabajos que a lo mejor no han salido
de de de de de
de de de de de de de de de de de de de de de de de de de de de de de de de de de haciendo tuyo trabajos que a lo mejor no han salido de tu puño y letra o no te han tenido sin dormir cinco noches.
Además, fíjate, yo creo que en este caso es muy bueno, hay que buscarle el lado positivo a esto porque demuestra que los directores que lo han hecho tienen mucha versatilidad. ¿Quiere decir por qué, porque al final la mayoría de las películas, por encargo, que han hecho no tienen nada que ver con el tipo de cine que hacen habitualmente. O sea, suelen ser películas muy autorales las que hacen y de repente hacen una comedia comercial y la hacen bien, quiero decir.
Bueno, o sea, quiero decir, yo te voy a poner unos nombres encima de la mesa, Jauma Colles Serra, por ejemplo, Fresnadillo con Dansel, por ejemplo, Paco Cabezas y Bayona con Penny Drakeful, The Umbrella Academy o El Señor de los Anillos, y han hecho grandísimas películas. Ahí yo creo que es donde se ve realmente el oficio de director, que es un arte también, pero sobre todo es un oficio.
Y también yo creo que da la posibilidad estos directores de que lleguen a un público que, a lo mejor, de otra manera no llegarían, ¿no? Digo, la gente que va a ver una comedia muy comercial y de repente dice, ¿quién ha dirigido? Ah, pues mira, ha sido este, voy a mirar qué ha hecho y a lo mejor se acerca de esa manera a un cine, pues que de otra manera no
Claro. Yo voy a repetir una frase que sé que a Álvaro, nuestro producto, le gustó muchísimo, y es que al cine hay que ir sin prejuicios y sin reclinatorios, a que te encantaba. Y es así, quiero decir, no tengas prejuicios, qué más estás, si tú lo que quieres es dirigir, aprender a dirigir, pues si alguien viene con un encargo, venga, lo que hay que hacer es hacerlo bien.
Y también te digo una cosa, no nos olvidemos de que todos tenemos que comer. O sea, te quiero decir, levantar una película cuesta mucho, quiero decir, si de repente encargas una película y te viene bien, hacerla a nivel economía no la tienes que hacer, o sea, es tu oficio y lo mismo que a veces los periodistas tenemos que escribir cosas que no nos gustan tanto, pues lo mismo ocurre con los directores,
¿no? Exacto.
Perdóname que me ponga tan terrenal.
No, no, pero como la vida misma.
Absolutamente.
Lo que sí está claro, en cualquier caso, es que levantar una película es una gesta titánica que requiere de mucho tiempo, esfuerzo y tenacidad, y sobre esto nos hablan Félix Vizcarret y Arancha Echevarría.
Es curioso porque, por muy bien que tengas la sensación que han ido tus proyectos anteriores, creo que siempre enfrentarte a uno nuevo conlleva encarar esos fantasmas de va a ser igual de difícil, y si se me ha pasado el arroz, y si ahora ya mis escritura de guion, pero a veces también cuando te toca empezar a buscar la financiación, ¿no? De los proyectos, ¿no? No se suele decir, es algo que no solemos reconocerlo por esta cosa de vender siempre esa imagen de éxito, de seguridad. Mira, en ese sentido, está un poco relacionado con mi película Una Vida Tan Simple, ¿no? Como a los rivales y a los compañeros de la profesión uno nunca diría, pues mira, en fin, bueno, esas cosas que no se dicen, siempre hay que vender una imagen más positiva y constructiva de cara afuera, que gran ironía.
Bueno, levantar Carmen y Lola fue una odisea directamente. No conseguíamos que nadie nos produjera, no no conseguíamos que ninguna televisión quisiera atreverse a hacerlo. Recuerdo perfectamente las reuniones con diferentes productoras y televisiones que eran como, pero a ver, ¿tú qué quieres contar? O sea, ¿cómo te vas a meter en el mundo gitano con actores no profesionales, tu primera película, un tema tabú? ¿A quién le puede interesar?
¿No? Y eran no, sino, sino, todo el rato en la cara, ¿no? Ya que yo era muy desmotivador, pero por otro lado era, pues, nos tenemos que producir nosotras. Y junto a Pilar Sánchez Díaz, que que era directora de fotografía, y habíamos hecho cortos juntas, le dije, nos animamos, ¿no? Sí, fue como una especie de salto al vacío.
Intentamos levantar la financiación durante dos o tres años, aquello no no no avanzaba, solo teníamos ese poco dinero y era como, tenemos que atrevernos. Y una vez acabada la película, era una sensación de, si esto no funciona, nunca más voy a volver a hacer una peli, nadie va a confiar en mí.
Todos los veranos era el título del guion con el que Félix Vizcarret ganó la segunda convocatoria del premio SGAE de guion, Julio Alejandro, el reconocimiento a escritura de guion más importante de la comunidad iberoamericana. Aquel proyecto no llegó a producirse, pero, como él mismo nos cuenta, sí fue la semilla de una carrera que luego ha dado sus frutos.
Bueno, hay historias que, aunque luego no llegan a a la gran pantalla, a guiones que no llegan a producirse al final, digamos que los quieres igualmente, te entregas a ellos igualmente y les tienes muchísimo cariño, porque, por ejemplo, en el caso del guion de todos los veranos, además de las bonitas alegrías que nos dio la vida, como por ejemplo eso, el premio Julio Alejandro, pues he de decir que gracias a ese proyecto Fernando Treva y Cristina Huete llegaron a producir mi primera película Bajo las estrellas. De algún modo, ese guion anterior nos permitió que nos conociéramos, que intentáramos levantar la financiación, y aunque no fue posible en aquel momento, luego cuando tuvimos la oportunidad de leer el material original, que era la novela de Fernando Aramburu, vimos que ahí podía haber una bonita película, una película muy muy especial. Arancha
Echevarría, en cambio, no ganó el premio Julio Alejandro, pero sí fue finalista y también supuso para ella un gran empujón.
Pues, la mención en el premio Julio Alejandro, Para Carmen Herola supuso un montonazo de cosas. La primera para mí misma, porque era el primer largo que escribía en mi vida, la primera el primer proyecto prestigioso, a mí ya me desembocó un montón de de emociones y de cosas, prestigioso, a mí ya me desembocó un montón de de emociones y de cosas y de creérmelo, ¿no? Que eso es muy importante. Que te creas que el proyecto, además de interesarte a ti, le interesa a otras personas. Y luego, pues, ese aval también a la hora de moverlo, a la hora de de buscar producción, etcétera, pues, siempre era súper interesante.
A mí me vino me vino emocionalmente muy bien y entonces fue como una especie revulsivo y un una palmadita en la espalda, ¿no? De vas bien, vas bien.
Durante muchas décadas, esto de contar historias propias estaba casi reservado al hombre, A pesar de pioneras como Elena Jordí, Elena Cortesina o Ana Mariscal, fue Josefina Molina la primera mujer en tener el título oficial de directora en mil novecientos sesenta y nueve, y nombres como los de Pilar Miró, Isabel Coixet o Itziar Voyáin, formaban más parte de la excepción que de la norma. Poco a poco, esto ya está cambiando.
Rocket, Echevarría y Costa pertenecen a un grupo de mujeres cada vez más amplio, aunque todavía lejos de la paridad, que están contando sus historias y aportando nuevas miradas del mundo que compartimos todos.
Yo rechazo un poco la idea de que tengamos una mirada grupal. Creo que cada uno somos muy distinta y que cada una es, ¿no? Tiene sus obsesiones y su mundo, y lo que sí que tenemos es como ciertas preocupaciones generacionales que se puedan parecer, porque es verdad que somos de la misma generación, también hay un tema de género, ¿no? Que no nos pueden preocupar de de repente temas que quizás a los hombres, aunque también les deberían de preocupar, parece que les preocupan menos. Pero más allá de esto, yo quiero resaltar mucho, pues, la particularidad de cada uno.
Sí que es cierto que tenemos una gran afinidad con Carla, con Jos, con Elena, con Mar, con Belén, con Pilar, y que somos realmente amigas. Y esto se ha configurado así porque hemos rechazado mucho esta idea de la competencia, ¿no? Que a veces nos compararon entre nosotras y y lo rechazamos muy desde el principio. Estamos aquí para ayudarnos, nos hemos hecho amigas también porque hemos estudiado juntas, porque nos conocemos de antes, porque nos hemos ido cruzando tantas veces, y luego también porque todas sabemos que necesitamos de las otras para hacer mejores nuestras obras, entonces nos pasamos mucho los guiones para leer, nos hacemos muchas preguntas, tenemos un chat de grupo de WhatsApp, varios chats, de hecho, para hacernos preguntas de casting, hacernos preguntas, pues, de de equipos técnicos, para darnos consejos sobre cómo lidiar con ciertos temas de la industria. Y luego, también, pues, hablamos de nuestras tonterías y de nuestras vidas, y ya cenamos y y somos amigas, realmente.
Yo creo que los hombres aprietan mucho en la dirección, en el sentido de que todo tiene que ser muy importante y muy y muy grave y muy intenso, y yo creo que las mujeres somos más más de compartir y de delegar en equipos y hablarlo mucho todo con todo el mundo, sin llegar a estrés, sin llegar a presiones y desde un lado mucho más de comunicar. Entonces, para mí en fácil, valga la redundancia, fue muy fácil, muy cómodo, muy divertido, con muchísima complicidad con todos los equipos, con las actrices, por supuestísimo, y con el resto de equipos que, por cierto, la mayoría eran femeninos.
Sí, soy un poco pesada con eso de que empezar los cincuenta, porque empezar los cincuenta eran largometrajes, pero yo empecé a hacer cortos, no sé si he hecho diez, once cortos. Y soy pesada porque creo que que no es lo común en los directores masculinos, ¿no? Empiezan muchísimo más jóvenes que nosotras. Nosotros tenemos que hacer mucho cortometraje, mucho documental, porque son costes bajos, porque un documental no tiene un presupuesto de dos millones de euros, y muchas películas sin sin distribución. Entonces, soy pesada con lo de la edad y con lo de lo de los cincuenta, solamente para demostrar la brecha de género, ¿no?
Que que existen. Supongo que si hubiera podido acceder al con treinta y cinco, mis películas habrían sido muy diferente, no mejores ni peores, diferentes. Habían tenido otro hálito, ¿no? Otras experiencias vitales que que me interesaban más en esa época que ahora, ¿no? Y que creo superválidas y superinteresantes.
Yo no me siento muy diferente a todas las la cine a esta nueva ola. La experiencia es un grado, por supuesto, pero también te te resta geta. El riesgo lo asumes desde otro sitio. Pero yo me siento súper hermana de Clara Roque, de Carla, de de Pilar Palomero, de Marina Cerezezki, de muchas, Y da igual la edad, no me siento, en ese sentido, una señora de cincuenta.
El cine es crear un universo propio, un jardín interior, como dice Rocket, cuyo primer objetivo es compartirlo con un público. Estos son, en sus propias palabras, los temas, reflexiones e inquietudes que componen los universos de nuestras invitadas.
Echando un poco la vista atrás, verdaderamente, lo que siempre hay en común, siempre hay personajes femeninos importantes o que yo quiero que que transmitan, que todo el mundo se sienta identificado o que todo el mundo les pueda entender, y sobre todo creándose una parcela sagrada de libertad. Creo que ese sería un tema muy común a a todo lo que yo he escrito y y he dirigido, tanto en teatro como en audiovisual. Esa parcela de libertad, para mí, por supuesto, y que para los personajes que yo escribo debe ser un lugar sagrado que hay que proteger con uñas y dientes si hace falta, y quien quiera entrar en esa parcela deberá ser alguien respetuoso, compañero o compañera, y si no entra, pues tendrá que que salir de ahí.
Siempre me interesa mucho el otro, ¿no? La mirada que recibimos del otro, ¿no? De la identidad, tanto interesa muchísimo. ¿Por qué? Pues porque supongo que fui un adolescente diferente, fui un adolescente anómala que no llevaba el ritmo que llevaban todos los demás en clase, era lesbiana, eso era algo muy diferente en los noventa.
Y, entonces, el el darte cuenta de que eres diferente fue sí, tener las mismas inquietudes, los mismos deseos, y me daba cuenta que no tenía ni uno parecido, ¿no? Yo quería hacer cine, me enamoraba de mujeres, me gustaban los cómics y estar en un ambiente donde todo eso era extraño, más que diferente era extraño. Me costó encontrar el punto de de de felicidad en ese sentido, cuando por fin descubrí que ser diferente mola, que fue cuando llegué a la universidad. Descubrí que ser diferente a la manada era algo interesantísimo, que los que los diferentes cambian el mundo, que los normales siguen el curso y los que van en contra, pues los que los que cambian la la realidad, la sociedad, la literatura, la cultura, la ciencia, todo.
Es curioso porque todos los directores o todos creadores y todos los guíen, siento que tenemos como unos temas que nos obsesionan, ¿no? Había tenido un profesor de literatura que se llama Billy Estévez, que nos decía que todos tenemos un jardín interior y que tenemos que conocerlo. En mi caso, hay ciertos temas que se repiten una y otra vez, como el tema del privilegio, tema de la identidad, la amistad femenina también me parece muy interesante, las relaciones de pareja, la relación entre madres e hijas o padres e hijas, todos esos temas, inevitablemente, vuelven a mi cabeza y vuelven a a lo que escribo. Has escuchado Amanice que no es podcast, un proyecto sonoro de fotogramas y fundaciones GAE. Conducción, Julieta Martialai y Juan Silvestre.
Guion y producción, Álvaro Uniega.