Hace 35 años, el 26 de abril de 1986, tuvo lugar una de las peores catástrofes causadas por la humanidad. Una cuyos efectos han convertido el lugar donde sucedió en un escenario fantasmagórico donde, sin embargo, todo está volviendo a la vida… todo, salvo la presencia humana. Nos referimos al accidente de la central nuclear de Chernóbil, un acontecimiento de nivel 7, el más alto en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares. Más ironía: aunque pudo liberar 100 veces la radiación de las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial… sólo liberó entre una centésima o una milésima parte de la cantidad total de radiactividad liberada durante las pruebas de armas nucleares en el apogeo de la Guerra Fría.
Aunque no hay consenso sobre el número de fallecidos debidos al desastre y a consecuencia de la radiación, lo que tal vez más sorprenda es saber que dos de los tres voluntarios que se internaron en las piscinas radioactivas para impedir que la cosa fuera a mayores aún están vivos.