La reina Isabel II no sufrió uno, sino varios atentados. Su propio padrastro Fernando Muñoz, manifestó en sus cartas sus sospechas, que se hicieron realidad, con el regicidio del cura Merino.
Se la amaba o se la odiaba, eso parecía pasar con Isabel que durante toda su vida vivió una montaña rusa de subidones y bajones de popularidad.