Aquel verano de 1838, en Mallorca, marcó un antes y después en la vida y obra de Fryderyk Chopin. Se enamoró de la belleza y clima de la isla. Sin embargo, su estancia estuvo marcada por su enfermedad. Pese a los desafíos, el período fue muy productivo para él: aquí compuso algunas de sus obras más memorables. La combinación entre el entorno inspirador y sus luchas personales, contribuyó a la creación de su música.
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