Hasta el siglo XIX, Biarritz era un pequeño y desconocido pueblo francés de pescadores, muy semejante a otros pueblos españoles del otro lado de los Pirineos. En aquella época, y por casualidad, llegó en 1835 a pasar unos días en sus playas una niña de Granada, hija de un aristócrata militar español, que entonces solo tenía 9 años y venía acompañada de su madre: la Condesa de Montijo. Esa niña era Eugenia de Montijo.
Nadie podría adivinar entonces que esa niña llegaría a ser Emperatriz de los Franceses, la esposa de Napoleón III Bonaparte. Una española que fue una auténtica “influencer” de su época, porque todo lo que hacía o se ponía encima, se convertía en una moda. Ella fue la causante, entre otras muchas cosas, de que el veraneo en la playa fuera una nueva costumbre elegante. Hizo de Biarritz, aquel pequeño pueblo de pescadores -y mucho antes que Marbella-, una de las “ciudades de vacaciones” más elitistas del mundo.