Pablo Escobar fundó el cartel de Medellín en los años 70, centrado en la comercialización ilegal de cocaína, convirtiéndole esta actividad delictiva en una de los hombres más ricos del mundo, según la revista Forbes. Los 80 fueron un despilfarro con excentrincidades como numerosas mansiones, coches deportivos, aviones o hasta un zoo privado, con especies traidas directamente desde África. Estas estravagancias tienen su ejemplo más palpable en 1991, cuando Escobar pacta su entrega al gobierno colombiano, a cambio de no ser extraditado a Estados Unidos. Para llegar a este acuerdo, el gobierno accede a que el propio narcotraficante construyese la cárcel donde estaría recluido. Así surge la Catedral, una prisión a medida, que incluía una mansión de lujo con bar, billar, gimnasio y hasta canchas de fútbol. Escobar llegó a la cárcel en su propio helicoptero y contó con seguridad privada para protegerle, en vez de evitar que se fugara. Desde la cárcel siguió con su reino de terror, controlando el tráfico de drogas, organizando secuestros y asesinatos. El gobierno colombiano decidió intervenir, asaltando la prisión, pero Escobar logró escapar gracias a la niebla.