Central Park, el Puente de Brooklyn, Times Square… Nueva York, la ciudad que nunca duerme, está repleta de rincones icónicos. Pero si hay uno particularmente especial, ese es, sin duda: la Estatua de la Libertad. Con 93 metros de altura, contando los 46 del pedestal sobre el que se asienta, llegó a Nueva York hace 138 años, el 17 de junio de 1885, procedente de Francia.
Y lo hizo dividida en 350 piezas, que hubo que montar como si de un gigantesco puzzle se tratara. La idea de su construcción fue del político francés Edouard Laboulaye, quien quiso conmemorar con ella el “Centenario de la declaración de independencia de los Estados Unidos”. Pero por falta de presupuesto se tuvo que recurrir a crowdfunding.