La quina, conocida por los quechuas por sus propiedades antimaláricas, aterrizó en Europa en el s. XVII. Fue un elemento que transformó la medicina y el comercio colonial, y donde los españoles tuvieron un breve monopolio en su explotación. La quinina se incorporó a la tónica para que, a la hora de consumirla, no fuese tan amarga. Evolucionó hasta la bebida global que conocemos hoy como gin tonic, dejando de ser una necesidad médica, convirtiéndose en un refresco popular.
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