En la pequeña isla de Pingelap, en Micronesia, una buena parte de la población sufre de acromatopsia, una condición genética rara que impide ver los colores: solo ven el mundo en blanco y negro. Este trastorno se propagó tras un tifón en el s. XVIII, cuando al reducir drásticamente la población, los pocos supervivientes tuvieron que repoblar la zona. Uno de ellos portaba un gen defectuoso que se terminó expandiendo a toda la región.
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