En 1878 se creó la primera calculadora mecánica de multiplicación directa. Ramón Verea diseñó una máquina que realizaba operaciones complejas en un solo paso, a diferencia de calculadoras anteriores. Usaba cilindros y un mecanismo de arrastre para calcular rápidamente y con precisión. El invento se patentó en Estados Unidos y demostró su eficacia en la Exposición Universal de Inventos de Cuba, posicionando a España como líder en innovación tecnológica.
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