Una de las acciones más comunes durante las grandes contiendas ha sido atacar el patrimonio cultural, más concretamente las bibliotecas. La quema y destrucción de libros tenían como objetivo destruir conocimiento y la memoria. La de Lovaina (Bélgica) fue destruida por las tropas alemanas en la noche del 25 de agosto de 1914, y supuso un antes y un después en los crímenes de guerra.
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