El reciente fallecimiento de Isabel II de Inglaterra nos ha desvelado un dato: tenía el privilegio, a diferencia del resto de británicos, de conducir, toda su vida, sin carnet.
Y es que, en el fondo, la reina no estaba haciendo nada ilegal. Las normas del Reino Unido excluyen a los soberanos de ese tipo de reglamentos. Eso sí, tenía un carnet con su nombre, pero ninguna autoridad podía reclamarle el permiso de conducir. De hecho, era la única persona del Reino Unido que podía circular sin licencia.