En 1925 la Torre Eiffel se ‘vendió’. Victor Lustig, un famoso estafador checo, aprovechó la situación económica tras la Primera Guerra Mundial e invitó a unos chatarreros a quienes les ofreció la torre como chatarra. Su argumento principal fue que el Gobierno francés no podía costear el mantenimiento. Aunque disparatado y poco creible, terminó por convencer a uno de ellos para que le pagase antes de que se descubriese el engaño.
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