Síndromes psicológicos

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Un síndrome no es una enferdad, es otra cosa que, como debe de ser, explicamos nada más empezar. 

Hay muchas curiosidades sobre éstas cosas y, lo mismo, te sientes identificado con alguna. Un miembro del equipo padece uno de ellos, y la respuesta te sorprenderá.

Esperamos que tengas el síndrome del recomendador, que es ese en el que le cuentas a todos tus conocidos y allegados que nos escuchen.

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Transcripción


En el episodio ciento ochenta y uno de Planeta Cuñao,

Doctor, está aquí la primera paciente, les hago pasar ya.

Que vayan pasando uno por uno, gracias.

Doctor, es que es que me siento como que nadie me entiende.

¿Qué quiere decir con eso?

Doctor, ha llegado un paciente que se cree invisible.

Dígale que no puedo verle en este momento.

Doctor, me siento un fracasado.

Hombre, si ha podido pagar el pastizal que cobro por una consulta, ya te digo yo que no eres un fracasado.

Doctor, ya tengo los resultados del siguiente paciente.

Bueno, pues parece que el test dice que su problema es que es usted una persona extremadamente negadora.

No, no, no, no, no, no, para nada, para nada.

Doctor, entra el último paciente de la tarde, me voy a mi caja.

Doctor, buenas tardes. ¿Le hice caso con eso de que

me dijo de escribirle cartas a la gente que odio y luego quemarla? Me me alegro de que le

funcione la terapia.

Sí, sí. ¿Y ahora

qué hago con

tantas cartas? ¿Sí? Ves lo quiero ver.

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Bueno, ¿qué pasa, chavales? ¿Cómo estamos?

Logo ver coño, estamos locos ver

Me da miedo, Rafa, ya.

Vamos a hablar de unos cuantos, bueno, ¿sabéis cuál es la diferencia entre un síndrome, un trastorno? No es lo mismo.

No, y necesito saber. No la va a decir tú. Te lo

voy a

decir ahora mismo, así, en un volado rapidito. Un síndrome es un conjunto de síntomas que han sido estudiados previamente y que, por tanto, han sido identificados dentro de un cuadro clínico vinculado con uno o varios problemas de salud.

Un síntoma general, claro, eso es un resfriado también puede ser

Un grupo de síntomas. Un grupo de síntomas. Un grupo de síntomas.

Ahí, ahí, ahí.

Un trastorno, dice, sirve para describir unas alteraciones en la persona que provocan un estado de anormalidad en la salud del mismo. Vale, también puede

ser genérico, no entiendo,

porque es

solo lo psicológico, ¿vale? Se suele utilizar más en

la salud

mental, ¿vale? Y una enfermedad

es el término puramente clínico. No, vale. Para definirlo. Eso es.

Síndrome también era un pedazo de juego para ordenar.

Alio, síndrome. Sí, señor. Entonces, bueno, vamos a hablar de unos cuantos síndromes así psicológicos particulares y extraños.

Pero que en este episodio no se enfade a nadie, porque no vamos a reír de la condición médica de nadie, pero sabes que hay un montón de síntomas que son muy curiosos y podemos barbaridades sin problemas. -Eso será tú.

Y sobre todo respeto, porque muchos de nosotros o alguno de nosotros padecemos algún síntoma.

O varios o

qué. O trastornos.

O bajo ovarios, ¿no?

O trastornos, ¿no? O trastornos, ¿no? O varios.

O varios no tenemos ninguno. Por lo menos que yo sepa, ovarios no tenemos ninguno. Habla por ti.

No vamos a hablar de enfermedades, solo vamos a hablar de síntomas. Exacto.

Bueno, voy

a introducir el tema con un tweet de un síndrome que tiene mucha gente, que dice, es de mi amigo arroba John Mackenrough, dice, el síndrome post vacacional es lo que mi abuela ha llamado toda la vida sé un flojo.

Sé un flojo.

No estoy de acuerdo, nada, para nada, para nada, para nada.

Los flojos al lado.

Tapándose. Bueno.

Ah, no, ya sabemos lo que es un síndrome y ahora vamos a Arturo.

Venga, voy a empezar yo mismo. Además que voy a empezar con uno que tiene un nombre.

Hombre, el síndrome del primerismo.

A ver, desarrolla eso.

Que lo desarrolle Álvaro, Álvaro, que es el primerismo.

Pero entonces yo está yo.

Yo creo no puede

¿vale? El único síndrome que tiene calcio.

Al siguiente también lo tengo, Al siguiente también lo tengo.

Bueno, pues, os cuento, la verdad que el que tenga esto es un poco, o sea, es un síndrome bastante raro. Yo no conozco a nadie que lo tenga, pero todos lo hemos visto en películas gente que tiene esto, ¿vale? Ah, sí.

Ah, bien.

Sí, sí,

sí, sí. Ahora lo voy a contar, ¿vale? Porque este síndrome supone un trastorno psicológico en el que la persona tiene el el delirio de estar infectado, creyendo totalmente que tiene insectos, gusano o cualquier bichito por debajo de la piel. Esto lo hemos visto en muchas películas, series, que siente el tío ahí, cómo, que visualmente te lo hace muy bien en las series y esto, y se ve que tiene el tío y los bichos ahí por debajo. Pues, en esto es lo que consiste el síndrome de Bomb.

Así que la, que es imposible decirle a uno pensar la canción, Una puta mierda.

Es como

En otro ratito, en canción. Métela, métela otra vez.

Y después pon la canción.

Tiene que ser, bastante angustioso, ¿vale? Se asocia también a la presencia de alucinaciones táctiles y picor.

Me encanta cómo dices picor. Kapia, dile otra vez, picor. Dilo, dilo, dilo. ¿Qué lo dice lo dice muy bonito? Picor.

Picor.

El tío siente que tiene ahí el picorcito, pero no el picorcito que tengo yo, tiene el picorcito en los brazos, que siente que tiene ahí cosas que se le está moviendo. Con lo cual esto es una putada para la persona, ¿vale?

Eso tiene que ser torturante, tío.

Tiene que

ser una putada, joder, imagínate. Es como tener sarna, pero sin tener.

Sanna sin gusto.

Y que pica.

A ver, en estos casos, en estos casos, los exámenes médicos, pues, bueno, reflejan que no hay una patología física para que justifique estas sensaciones, ¿no? Pero la persona está cien por cien segura que tiene esto, así que esto se transforma en un trastorno delirante, que es el nombre, digamos, que te tendría hecho.

Claro. ¿Y eso te tienen que amarrar o te pega hasta bocado?

Vale, tiene dosas haciéndote tirar la piel, ¿no? Eso tiene que ser

Otra forma de llamar este síndrome es delirio parasitario, para que lo sepáis. Ya a delirio parasitario ahí ya no le sacáis canción, ya esto ya es otra cosa. ¿Sabes?

Que no, déjale el rafo un rato, Delirio parasitario no hay manera de evitar. René Tacuño, el vecindario enloqueció. Una fiesta en cada esquina se vive con mucho humor.

Ya como dato así un poquito, que que la verdad que el nombre me ha gustado mucho. No, no, no, no,

no, no, es decir, no,

Estación de esquí también, ¿no?

O de tienda de cocinas. Qué tontísimos somos.

Nombre, un coche cinero de coche en Formentera, for mi car.

¿Cómo me hace el vacío el perro este? Qué cabrón.

Vale, oye, otra cosa que os quería contar de este síndrome es que la gente está ya tanto caíta, el que tiene esto, que generalmente cuando va a comentarlo a su médico o al psicólogo y tal, lleva hasta pruebas de si, oye, mirá, pero es que tengo aquí trozos de piel que me ha arrancado el bicho, tal, o sea Ya

se os, ya se

desbara la cabeza. Realmente es mala, sí, hombre.

Pero, ¿qué significaba, Ronaldo, va a arrancarle el trozo de piel?

Seguramente el bicho.

Vale. ¿Vale? De todas formas, también hay una cosa que quiero contar del síndrome de Quebón, ¿vale? Porque hay otras alteraciones asociadas a este síndrome y, entonces, ahora vamos a comprender muchas cositas, ¿vale? La gente está tocada, pero a la más no tanto.

Y es que, en muchas ocasiones Que

de verdad tienen bicho.

Este síndrome aparece asociado al consumo de cocaína.

Ah, amigo. Vaya.

Que si mi abuela fuma, que tal, que

A ver, también forma parte de un síndrome de abstinencia del alcohol, ¿vale? O sea, que esto es propio de alcohólicos que han dejado de beber y cocainoma.

Ahora entiendo tus picores un miércoles, tus picores los miércoles, ¿no?

Exacto, exacto. Y si tenéis preguntas ese, ¿y esto tiene tratamiento y demás? Bueno, pues, tiene un tratamiento que es un fármaco neuroléptico.

Un ibuprofeno.

No me preguntes lo

que es, pues este ibuprofeno no es. Y nada, por tratamiento, pues ayuda un poquito a paliar estos síntomas, así que

Te deja tieso, ¿no? El tratamiento para que no piense, ¿no?

Te deja la oro.

Bueno, el tratamiento es una raya.

O cubate, ¿no?

Un cubate,

y si me voy a tomar un cubate, ya no me pica.

Raza. Yo traigo dos o tres. El primero que os voy a contar es el síndrome de Cupgrass. Cupgrass cambia. ¿Os dais cuenta de que nos estamos despollando aquí de gente que está enferma?

Solo del nombre. No, no, no,

no, no.

Meterse con

la gente de o de rota, yo traigo de reírse de los enfermitos.

La rota también es feo de cojones, O sea, llené

sin pueblo.

Ya tenéis un retiro de vacaciones más feo que rota, O sea, yo perdonarme.

De hecho, hasta el nombre feo, ¿no? Está rota. A ver si la arreglan.

Rota, es que por eso se lo dice la palabra.

Rota y el rompido, el rompido.

Tiene encanto de las rotas.

Síndrome de Capgrass, esto, ¿vale? Tienes la creencia delirante, lógicamente, de que un familiar, amigo cercano, llegas a la casa o llegas al trabajo, llegas a tu grupo de amigos, a la peña, a donde tú quieras, y ves a Tiene la cara de Enrique. Habla como Enrique. Me riñe como Enrique, pero no es Enrique. Es un impostor detrás de Enrique, que se está haciendo pasar por

Enrique. Oh, tío. Madre mía, eso

tiene que ser durísimo. Tú ya te digo. Madre mía.

¿Un lagarto de V o qué?

No, no es necesariamente un lagarto. Simplemente, alguien que se está haciendo pasar por Enrique o por el que sea, pero no es Enrique.

¿Ese es el que tiene el síndrome o el que lo sufre piensa?

Es el que tiene el síndrome. Los otros, lo que tienen es mucha paciencia, ¿no? Porque imagínate que llega alguien a tu casa. Tú eres Enrique, tú no eres Enrique.

Madre mía, tío. ¿Qué qué le parece?

Este síndrome se descubre en mil novecientos veintitrés hace, pues, un siglo, por un señor que se llamaba Joseph Kabgrass. Era psiquiatra, además de de reparacristar.

¿Qué es la? Josephba. Josephba. Yo, Josephba. Tenía tal nombre igual.

Por suerte,

por suerte, es un síndrome muy poco común y además está vinculado, cuando surge, está vinculado a ciertas condiciones médicas y neurológicas muy claras, ¿no? Como esquizofrenia, una lesión cerebral causada por un porrazo traumática, ¿no? Derrota del Betty, o una enfermedad neurodegenerativa.

En el Alzheimer que no reconoce a las personas, ¿no? Serían los ingresos totalmente.

A

ver, cuando no reconoces a alguien, pues no, le reconocen, ¿no? Está agaga y, oye, mira,

en este caso, reconoce, pero cree que es alguien haciéndose pasar por ese.

Te estoy viendo a ti, tienes la cara de Caballetto, hablas como Caballetto

Sabes como Caballetto.

Todo lo de Caballetto, pero es que sé que no eres Caballetto, eres otra persona que se está haciendo pasar por Caballetto.

Pero, Guillermo, vamos a ver, eso en qué cabeza cabe, porque nadie sabe pasar por Caballetto, un tío tan feo, o sea El

luchador ese de lucha libre.

Sí, de verdad, te imaginas. No, escúchame, tenemos al luchador ese, ¿cómo se llamaba?

Big Show.

Big Show. Tienes a Big Show al lado de Caballetto y no tienes cojones de saber quién es Caballetto,

Sí, le dices

los porcentajes de En

explicación un poquito más técnica o un poquito más científica del síndrome de Cáritas, que es que puede estar relacionado con una desconexión que se produce así en el coco entre lo que es el sistema límbico, que el encargado de nuestras emociones, de oye, me alegro de verte, oye, qué guapo eres, y la corteza visual del cerebro, la parte que ve, la parte que coge la luz y la convierte en impulso nerviosos, que esa luz en una imagen. Entonces, se desconecta ese tema. Por una parte, estoy viendo a Álvaro, ¿no? Y, por otra parte, estoy diciendo quién eres y qué has hecho con mi amigo el simpático. Tiene que

ser muy duro. Imperial, puta.

Muy duro, que virese.

Simpático. Simpático. Que tiene adjetivos para aplicar al valor. Cuerpo para el pecado, cosas así, pero simpático. Pero simpático.

Estamos hablando de un síndrome que afecta a una persona entre un millón,

por suerte. Bueno, pero son muchas personas, Bueno, huevo de gente. Somos siete mil millones ya en el mundo.

Estamos hablando de que tiene que haber, pues eso, pues

Unas siete mil personas. Exactamente.

Antes de cambio de síndrome, porque os voy a contar el mío, menos me da cuenta, qué casualidad, que no me da cuenta, pero es de la misma familia de síndrome que el de Rafa. Entonces, yo creo que viene bien que os lo cuente ahora, porque vais a ver las diferencias tan sutiles que hay entre su síndrome y el mío que se llaman distintos, pero hay diferencias.

A ver.

Y está curioso, la verdad que es una cosa bastante bastante curiosas, el que Rafa ha dicho, que lo ha dicho al principio, es un síndrome de falsa identificación delirante, está dentro de ese grupo de síndromes, ¿no? Hay varios, ¿no? Uno de ellos es el de Capgrass y otro es el de Fregoli. Fregoli. Síndrome de Fregoli.

Suena a chulería, Dame un Fregoli, dame un Fregoli.

A mí me suena a un helado.

A defensa del torino.

Que, hombre, que suena la caldera.

Este síndrome afecta al cero coma doce por ciento de la población en general, o sea, que cuánta población tenemos en el en

el mundo.

Siete mil millones.

¿Cuánto?

Siete mil millones.

¿Quién ha contado yo?

Siete mil millones, uno. Siete mil millones, dos.

Siete mil veintiocho ahora mismo.

¿Esos cuántos ceros son?

Nueve. Nueve ceros, ¿no?

Nueve, nueve

cero, ¿no? Nueve. Bueno, es que mi calculadora del iPhone nada más que me le va a poner

ocho ceros. Vaya mierda.

Bueno, espérate, lo pongo, espérate, espérate, espérate, te

di quinientos euros de móvil y no puedes calcular.

Que si la pongo en, bueno, cárguenlo calcule. Siete mil millones, que calcule el cero coma doce por ciento de eso, ¿ve? ¿Eso cuánto es? Pues toda esa gente tiene el síndrome de Fregoli. Si se haláis el número, vaya a flipar, porque seguro que es un montonazo de gente.

Ahora, media España ha parado para ponerse a buscar en el ordenador cuánto es el cero doce por ciento de siete mil millones?

Ochenta y cuatro millones de personas.

Ocho millones cuatrocientas mil personas, ¿correcto?

Bueno, a ver, tenemos ochenta y cuatro, ocho millones cuatrocientos, tenemos una diferencia sutil, ¿vale?

No, no, sí, sí, perdón. Sí, sí, no, tiene razón. Ocho millones

de personas ya son personas.

Toda Cataluña con ese síndrome. Bueno, toda

Cataluña tiene un síndrome,

De percepción, ¿verdad?

Un saludo, Jordi.

Sí, sí. Arre Neura.

Estas patologías, a ver si es capaz de ver la sutil diferencia con el síndrome de carglass que tiene Rafa, ¿vale?

De carglass.

Carglass cambia. Se caracteriza por ser un delirio en la que una persona cree que un familiar o alguien cercano ha sido reemplazado por un impostor físicamente igual.

¿Y cuál es la diferencia entre los dos?

Eso te iba a decir.

Porque es familiar. Familiar.

Uno que la ha contado tú y el otro que la ha

contado tú. No, no, no, no, no, no, no, no, no. Porque realmente no crees que sea caballeto, pero que no es caballeto, sino es otra persona que se transforma en caballeto, o sea, que se disfraza, que se transforma. Tú imagínate que tú yo digo, es cómodo caballetto, pero sé que no es caballetto, es otra persona que se ha disfrazado de caballetto.

Pero sí es posible. Lo mismo

que te

lo estoy diciendo de Rafa.

No. Claro. Rafa dice que es una persona exactamente igual, físicamente la misma persona. En este caso, no es la misma persona.

No he no he dicho eso. Sí has dicho eso.

Pues, entonces, tú eso. Entonces, tú no lo estás diciendo bien.

Será eso, eso sí es posible. Yo lo que estoy diciendo es que que yo veo a una persona de mi familia, de mi entorno, de mi

Exactamente igual físicamente, la misma persona.

O sea, físicamente es esa persona, pero tengo la convicción de que es un impostor.

Exactamente. La diferencia está en que el síndrome mío no es la misma persona, es alguien disfrazado de Álvaro. Complicado, ¿no?

Pero Se entiende, a lo mejor, a que no estáis entendiendo

además de

que se entiende lo que estoy diciendo,

¿no? No, no lo entiendes fácil.

En el de Rafa, de Rafa tú ves que es la misma persona físicamente, y en el altavoz es consciente de que físicamente no es igual.

¿Tú sabes por qué se llama síndrome de Fregoli? ¿O sea que era Fregoli?

Ni

idea. ¿Frégoli era un actor? ¿Era, era un mortadelo?

Transformista era otra cosa,

La Manuelita ochenta me era transformista.

Vale, Moza, te acabo de entender. He hecho clic, he hecho clic

y ya

te he entendido.

Ahora sí, ¿no? Ahora no he entendido, ¿no? Sí.

Pues yo lo yo no lo he entendido.

Uno afirma que es la persona que se hace pasar por otro y otro sabe que no es la persona que está haciendo pasar por otro, sino que piensan que le están queriendo engañar.

Exactamente. Una cosa es que hay otro Enrique exactamente igual que tú, Enrique, pero yo sé que no eres Enrique,

ya estoy viendo, ya es el ejemplo, ¿sabes? Cuando cuando cambian a la a la tía de Will Smith en en Príncipe de Belén.

O sí, sí, sí.

Eso es lo demás.

La tía Vivian, ¿no? Que es el defensor de México.

Esta es la tía Vivian, pero no es la tía Vivian, esta no

es la

misma. Eso es lo que ve el de Fregoli, ¿no? Sería eso. Ahí somos conscientes de, esta es mi tía, pero esta no es mi tía.

Ahora ya sé que no

Esto esto esto, los síntomas y es más o menos como el otro síndrome, ¿no? Aquí xenofrénia, las personas que sufren esto tienen un déficit de memoria visual, o sea, no se quedan bien con la con las cosas. Tienen una manía persecutoria brutal, porque se creen que lo están persiguiendo. O sea, a esas personas que ellos identifican como otras, lo que se creen es que lo están persiguiendo, que están detrás de ellos. O sea, eso me ha

cortado el chiste, dice, oye, yo creo que te conozco. Dice, soy tu hermano. Dice, no, pero no sé eso.

Bueno, pues ya está, esto es lo que yo iba a contar, síndrome de Fregeli, ahora buscaré otra cosa Se

parecen, son similares, vos sabés

Son muy parecidos, muy parecidos, porque además son del mismo tipo de síndromes, coño.

Pues yo, salvo que alguien quiera leer un tweet, voy a continuar, ¿vale?

Mira, pues yo yo mismo tengo el síndrome de pensar que que habláis de mí. Cuando hace un tweet de mi amigo arroba azul guaru, dice, he conocido a la a la hija de Diógenes, le he tirado los tratos. Oh,

qué bueno.

Por cierto, bueno, decimos ya que el síndrome de Dijanes no va a aparecer en el episodio, ¿vale? Por si lo estáis diciendo, vale. Téis tan mainstream que no merece la pena ni que lo nombreemos, ¿vale?

Tengo yo un vecino con síndrome de Dijanes, tío.

¿Pero es real o que es un desordenado?

No, no, no, no, es real.

Yo no lo sabía, me lo han contado después, y un día trabajando, mirando, trabajo contra la ventana del dormitorio en el que trabajo, y se ve el aparcamiento de coche que tengo frente a mi casa. Y pasó este buen señor por delante y cogió el hijo de puta el culito de una botella de Coca Cola que se habían dejado los niñatillos que hacen la botella por la noche, y se la metió en una bolsa y se la llevó a su casa. Me dieron un flipado.

¿Por qué iba a cambiar casco, coño?

Era de plástico, bofa. No me sea antigua.

Y has reciclado, algo.

Sí, es Dios, nene. Imagínate cómo tiene cole esa casa. Imagínate. ¿Habéis visto a Alicia en el País de las Maravillas? Sí.

¿Os acordáis de una escena en la que entra en un espacio que parece que es pequeñito, pero va andando y va encogiendo y, de pronto, una puerta que lejana, la perspectiva te engaña y la puerta. Hay un síndrome, que es el síndrome de Alicia en el País de las Maravillas, y es que la persona que lo padece tiene una afectación grave en la percepción sobre el tamaño y la distancia de los objetos que le rodean y sobre el tiempo. Las personas que experimentan el síndrome de Alicia en el país de la maravilla, de pronto, imagina que entran en un salón, en el de cualquiera de vuestras casas, ¿no? En un piso de VPO y dicen: Hostia, esto es la casa de la Preitler, ¿no? O viceversa.

O viceversa.

Viceversa, ¿no? Esto es un piso ahí de los que venden en Madrid a doscientos cero euros, ¿no? De diecisiete metros cuadrados. ¿Te imaginas? Hay que hacer ejercicio de ponerse en lugar de una persona que, de pronto, no sabe distinguir el tamaño de las cosas o de los espacios en los que se están moviendo.

Y ya lo peor, y del tiempo. Lo del tiempo sí creo que yo lo puedo padecer un poquito. Esto que estás un domingo que te levantas por la mañana y dices: Su puta madre, ya son las once de la noche, mañana trabajas. Eso sí lo puedo entender. Pero eso es

muy fácil de manipular el tiempo, Tú te estás cagando y, depende de qué lado de la puerta estés, vas a pasar más lento, más rápido.

Y, cuando vives solo, el tiempo ya te puedes Se

va a tomar por culo, ¿no?

Tú me

has dicho,

yo te puedo

llevar ahí horas y horas.

Pensá en lo físico, en el espacio. No eres capaz de determinar el tamaño de las cosas que te rodean. Es que es muy difícil de explicar, pero tiene cierto.

Eso le pasa a Capri. Se cree que las cosas son más grandes de lo que son.

¿Y sabéis por qué se llama el síndrome de Alicia en el País de la Maravilla? Que os lo he explicado, ¿no?

A ver, ¿por qué?

¿Quién es el autor de Alicia en el País de la Maravilla?

Luis Carroll. Correcto.

Bien. Gallifante, para Gallifante. Pues hay una teoría, por ahí, o una hipótesis, que dicen que este hombre piensa en esa película para intentar explicarle al mundo lo que él siente, porque es una persona que tiene una percepción completamente errada o de la realidad en lo relativo tanto al espacio como al tiempo.

Eso es

una curiosidad. Fíjate.

Y Es una constante el tiempo y el espacio en esa historia,

por lo del conejo, ¿no? Que siempre llegaba tarde y Entonces, ahí una Alguien piensa, de hecho,

cuando a este síndrome se le pone ese nombre, es porque alguien piensa que el el carrolette hace esa esa obra intentando ver eso, explicarle al mundo, desarrollar su forma de ver la realidad, porque él padece ese problema.

Eso tiene que ser ya un daño neuronal o algo eso, ¿no? No tiene que pintar, de hecho, ya parece como tan tono grave.

De nuevo, como en el otro síndrome, Kaplash, se relaciona con enfermedades como la esquizofrenia, traumatismo o incluso los efectos producidos por el consumo de drogas. Me parece más evidente. Y ya está, esto es lo que yo quería contaros, estos dos síndromes, tengo alguno otro por ahí, pero ya me he enrollado demasiado, así que pase el siguiente. Hoy has hecho un boza.

Voy con un tuit de de aquí de un amigo, arroba Veganival Leicester, dice.

A ver, hijo de la gran puta desgraciada de mierda, te parto la cara.

¿Qué tienes? ¿Síndrome de Toilette? No, soy el Xokas.

Gran imitación.

Nunca habíamos hablado del Xokas en el podcast, pues.

Que hubiera imitado, ¿no? Bozar, es un youtuber, ¿verdad?

El Bozar, el Bozar es un personaje y y y el Xoka ya ni te cuento. Bueno,

venga, que voy para allá. Yo os voy a contar una historia. Este es un señor que se fue a Florencia

a

ver la Venus de Boticelli. Este cuadro no sé si lo tenéis en la cabeza, como es un cuadro muy espectacular del Renacimiento así.

Así que está surgiendo en medio de las aguas, ¿no?

Sí, eso es. Está así como tapándose los pechos, ¿no? Y tal, ¿no?

Es espectacular, ¿lo habéis visto en persona, en directo?

No, por desgracia todavía no. Alucinante. Entonces, un señor italiano que va de turismo a Florencia y se va a ver este cuadro, ¿no? Y total, que el hombre, coño, que empieza a sentirse mal, que se ahoga, que le falta el aire, que tiene palpitaciones y que se pone malo, malo, malo, y que le da un infarto allí, en mitad de la sala.

O sea, ya directamente fuera.

O sea, se desploma. Menos mal que había allí cuatro médicos que estaban visitando esto.

Los Mévici. FT. Bueno,

eso está en los office. Y menos mal que estos médicos coge uno, se le va corriendo por un desfibrilador y le da unos cuantos golpes al hombre con el desfibrilador y le salva la vida. Hombre, sale ¿no? Este señor lo que le había pasado es que había sufrido el síndrome de

Stendall, ¿vale? Me suena de un anuncio de coche o algo así.

En mil ochocientos diecisiete, el joven novelista francés Stendall visitó la ciudad de Florencia. Nada le había preparado para la acumulación de tanta belleza. Pensó en la monumental iglesia de la Santa Croche y, de repente, se sintió aturdido. Sufrió una ligera desorientación, palpitaciones, una intensa sensación de falta de aire y tuvo que salir. Hoy en día, estos síntomas se conocen como síndrome de Stendan.

Sí, señor. Este síndrome es cuando ves algo que artísticamente tiene mucha belleza, pues te pones malo.

A mí me mueé conmigo, tío. A mí me mueé

le pasa lo mismo. Me ve y me dice, me pones malo, me pones malo, vete de aquí y me pones malo.

Me pones enferma. Me pones enferma.

Que se llamaba Stendall del siglo diecinueve, que fue el primero que en una novela describió estos síntomas. Literalmente describió una persona que viajaba a Italia y le sucedía eso. Florencia

es paez, Te lo digo.

Es pa' que

te den una pechuga que

sí. Esta señora entre mil novecientos setenta y siete y mil novecientos ochenta y seis hizo un estudio y registró ciento seis casos en Florencia.

Hostia.

Los síntomas que tenía la gente podían tener alguno o todos estos, no tenían por qué tener todos a la vez, pero tenían mareos, palpitaciones, taquicardias, dificultades al respirar, debilidad, confusión e incluso alucinaciones, delita.

Joder.

¿Vale? Eso nos parece muy raro, pero si lo piensas también es un poco, algunos de los síntomas que tienes cuando te enamoras o cuando ves a alguna persona que te gusta mucho

Estás abrumado, ¿no? Está así como que

tú me das. O sea, que es un poco parecido, ¿no? Lo único que ha llevado quizás más al extremo. Pero bueno, o sea, básicamente es que somatizas cosas que tu cerebro está procesando cosas que te pasan a al físico, ¿no? Como cuando te enamoras.

Entonces, dice que, ¿por qué se puede producir esto? Pues dice que hay individuos que son demasiado sensibles o que también puede pasar porque tengas un contexto cultural y artístico muy grande con respecto a algo. Por ejemplo, en el ejemplo este de la Venus de Goticelli, toda la vida has oído hablar de que es una maravilla, de que es una pasada, de que tienes que verlo, tienes que ir a Florencia y tal, y cuando llegas allí, todo eso que tienes en la cabeza de que tanta gente te lo ha dicho, pues se te acumula y te y te venza.

Al menos Álvaro, ¿qué diría? Vaya puta mierda, seguro.

Yo diría que no es para tanto. Como la Mona Lisa, vamos, la Mona Lisa es una puta mierda de cuadros.

Eso que dices tú, Álvaro, se llama el síndrome de París, que es justo lo contrario.

Claro, llegás enfrente de la Mona Lisa y decís, ¿y esta mierda?

Que no es para tanto. Pues, oye, eso de París lo he vivido, sí, pues yo dije, vale, mucho esto es grande, pero no, a mí no me ha impresionado.

Que te esperas tanto que llegas y es así, es tanto como es, pero tú automáticamente tu cuerpo dices, pues no es para tanto.

Eso me pasa a mí en la capilla Sixtina.

Es llevado al extremo. El síndrome de París incluye que te tiene que dar ansiedad, depresión, delirios y agitación, o sea, que te ponen malo también.

Un poco paez.

Que al menos se ponen malo continuamente de una negatividad, ¿no? Pues es es algo así. Y yo he de confesaros que yo sufro el síndrome de Stendall, pero me pasa casi exclusivamente con la música.

A mí me

creo que iba a decir cuando me ves en persona.

Cuando te veo, pero eso es amor. Vale, me parece un desastre.

Pero bueno, nos vemos tampoco Fue cinco años, ¿no?

¿Con qué música, Enrique? ¿Qué te ha pasado

alguna vez? ¿Has escuchado alguna canción o un disco entero y te sobrepasa?

Te he

dado un parraque con una música.

Me pasa mucho con la música, pero sobre todo con música en directo. Y no tiene por qué ser algo espectacularmente bueno, sino que como me sobrecoja en ese momento, me pongo fatal.

Sí, dice, tío.

Y me pasa con conciertos de música y me pasa, por ejemplo, con música de Semana Santa.

Venga ya.

Una procesión.

Te da una pechuzque.

No, no me llegó a caer, no me llegó a poner malo, pero me sobrecoge, me sube un no sé cómo.

Yo me imagino a Enrique en la salida del cerro, guapa, guapa.

Enrique dice, oye, que me voy a caer. Soleá, dame la mano, ¿no?

Sinte de capillita.

Eso es, eso es

muy local, muy local, eso es clic, clic.

Eso es

una bella pesada.

Enrique, a mí eso me pasó en la capilla de los reyes, en el Museo de San Isidro de León, que entré por curiosidad, no había nadie porque era mediodía y fue entrar, yo ni me lo esperaba y eso era como, no sé si la conocéis, deberíais de buscarlo. Y es una capilla donde estamos enterrar los reyes de León del año mil o mil cien, y es como una capilla Sixtina. Y fue una sensación de eso de, me acuerdo que me senté como novena, que me senté en una tumba allí, me quedé extasiado, tío, no he pasado eso nunca. Fue una experiencia para mí brutal y será lo más parecido a un stening,

al ser humano. Estaba tranquilo,

me veo que te pase eso en un concierto de Quevedo, por ejemplo, de

No, ahí no creo.

De Góngora igual sí, pero

de ¿Pero tú has venido alguna vez la Semana Santa de Sevilla?

Sí, sí, pero vamos, lo lo que digo de la música de Semana Santa es en casi cualquier lado, incluso, o sea, por ejemplo, una cosa que me sobrecoge muchísimo es ir a un campo de fútbol y que la gente esté cantando el himno cuando bajan el volumen y solo es la voz de la gente.

Y me

da igual el equipo que sea, O sea, no sé, me produce una sensación curiosa aquí como en la tripa, ¿sí? De emoción, y en conciertos, en un concierto de Radiohead, me puse a llorar como una Magdalena,

pero así. Maricona. Maricona.

Ay, qué tal, hay

que tener valor para allá.

A ver, no, dios mío, yo no

siento de que he ido, a mí me lo pones un rato y me haces llorar de seguro.

Lloro buen y que me paguen.

Qué bien le tenemos que estar cayendo ahora mismo a la gente que está vinculada con el rollo de las enfermedades mentales y todo eso.

No son enfermedades.

Son síntomas de síndrome.

Hay otro síndrome, Enrique, que lo voy a decir, pero dentro de un momento, lo voy a decir dentro de un momento.

Cuando puedas.

Te lo

cuento yo uno de arroba You Moc My Payne, dice, que SPM sean las siglas de síndrome premenstual y también puede significar su puta madre, parece una coincidencia maravillosa.

Mándame ese tuit, por favor, por privado el enlace, o sea, lo necesito.

A mí mismo, pero

lo necesito.

También me lo puedes mandar, sí,

lo necesito, pero

ahora hablo

más. Pero justamente ahora, sí.

Sí, sí, pero ya, mándamelo,

Que

tengo que reenviarlo como sea.

Deja todo lo que estés haciendo, o

sea, sincronizar las reglas de las pariendas,

¿o qué? Eso parece.

Plata no es.

Pía, guillo.

Pero yo iba a contar que hay otro síndrome también con nombre de ciudad, que es parecido, pero tiene una particularidad muy específica, ¿vale? Y es el síndrome de Jerusalén. No sé si habéis oído hablar de él. No. Pero, bueno, si no, yo lo os lo cuento ahora.

Vas a llevar comida y te tiran un misil.

Porque se ponen

a cantar Israel, Israel, qué voz.

Vamos a lo serio, ¿no? Este síndrome se puso un poco de moda y demás en dos mil diecisiete, porque hubo un turista británico, se llama Oliver McAfee, como el del antivirus

Ah, sí.

Que se perdió en el desierto de de Negev, en Israel, y al parecer se perdió, bueno, de hecho, creo que no se ha llegado a encontrar, o sea, que este muchacho ya ha pasado a mejor vida, y al parecer se perdió porque estaba afectado por el a mejor vida, y al parecer se perdió porque estaba afectado por el síndrome de Jerusalén, ¿vale? Según lo que fueron encontrando restos de él y demás, parece que este hombre, pues, sufrió este síndrome. Este síndrome lo que hace es que se exterioriza con delirios y normalmente los afectados se identifican con personajes de la historia sagrada, del antiguo, del nuevo testamento y actúan como ellos. Anda. Entonces, este hombre se perdió en medio del desierto.

Es cierto que he visto la foto y yo creo que este hombre estaba perdido de antes, ¿vale? Que no era ¿Qué es eso?

Perdón.

Te has puesto una película, ¿no? No.

Y se borra un poco.

Sí, sí, estaba empezando una película. Ahí estaba. Estaba pensando,

mire que mire, estaba aplicando lo del desierto y va a poner música de Que

ahora os lo pico, ahora explico el por qué, ahora explico el por qué ha pasado esto que pasame. Bueno, la aplico ya, ¿querí que lo aplique?

No sé. Nada te espera, Hipoya. Bueno, se encontraron la bicicleta donde este viajaba, porque es que este hizo una ruta en bicicleta por toda Europa, ¿vale? Al lado de la bicicleta se encontraron anotaciones bíblicas hechas a mano, una zona de arena aplanada con un montón de rocas alrededor, como si fuera una especie de púlpito, o sea, ya te digo que es nota, parece que que se quedó tocaído, ¿vale? Y al parecer, hay hasta cien personas al año, cien turistas al año de los que viajan a Israel que se ven afectados por este síntoma.

¿Le viene un fervor religioso o una cosa así, un misticismo, una cosa muy rara?

Sí, a ver, hay como distintos niveles, ¿no? Hay un psiquiatra que se llama Bar El, que es como el Bar pero dicho por Yoda, por Yoda, que identificó tres tipos de pacientes de síndrome de Jerusalén. El primero son personas que ya tenían un diagnóstico de psicosis anterior al viaje, que, de hecho, ya antes del viaje se identifican, a lo mejor, con una persona bíblica o lo que sea, y ¿qué creen? Que su idea del irlandés delirante es que tienen que ir a Israel porque tienen allí algo que hacer. Entonces, viajan ya allí por eso, ¿vale?

Vale. Obviamente, los notas llegan allí creyéndose que son Jesucristo, San Juan Bautista, o sea, imagínate, Moisés, ¿vale? Cualquier cualquier cosa de estas. Después otros individuos dentro de este mismo tipo que creen ideas mágicas sobre la salud y la enfermedad y las posibilidades de encontrar curación por ir a Jerusalén. Jerusalén al fin y al cabo es ciudad santa, tierra santa.

Tierra santa.

Entonces hay gente que está malita o cuyos familiares pueden estar malitos y que piensan que solo por ahí, pues se van a curar o van a curar a sus familiares.

Es una pena eso, pero, ¿vale?

Porque van a tocar Tierra Santa, van a palpado donde está la tumba de Cristo y ya con eso se van a curar. Después, el tipo dos, digamos, son pacientes que no presentaban un diagnóstico psicótico previo, pero sí que es cierto que son debilitos, ¿vale? Demente. Entonces Flojillos. En cuanto llegan a Jerusalén y se ven

Rodeados, claro.

Aquello, no sé si alguno nos habéis estado allí, no, no, aquello es el el dineraldia de los cristianos, ¿vale? Entonces, si tú te ves todo alrededor tuya, que es como andar en en los cien mandamientos, en los cien mandamientos, pues obviamente, si eres un poquito débilmente, esa idea obsesiva de que estás aquí, que a lo mejor estás aquí por algo en particular, que a lo mejor va a venir la segunda venida de Jesucristo, te va a coger a ti allí, tú vas a ser Judas y Cariote, agarran el cipote o lo que sea, pues te afecta.

Te metes en el rollo.

Y después está el síndrome Jerusalén puro, ¿vale? Que son pacientes sin ningún tipo de patología psicológica, sin antecedentes psiquiátricos, sin nada, que simplemente viajan a a Jerusalén por motivo de turismo y que de repente, pues, se afectan por este síndrome. ¿Cuáles son los los estadíos por los que van pasando? Pues lo primero, un poco de ansiedad, de nerviosismo, ¿vale? Después deseo de alejarse del grupo, normalmente, a sitios como Jerusalén, lo idóneo es ir en en viajes programados o con grupos, o sea, no es muy aconsejable ir solos.

Se prepara una toga, a menudo con sábanas de hotel. Tú aleluya, aleluya, para agarrar la que es tuya, ¿no? Esas cosas. Van a en procesión al lugar de ser

Se ve opuesto en la lírica cristiana, sí, sí.

Sí, sí. Y se ponen incluso a dar sermones en lugares sagrados, ¿vale? O sea, esta gente

Mesías, sí.

Llegan allí al santo sepulcro y se ponen allí a armar de pitote hasta que le cogen un armenio y le pega dos otas.

Sí, el armenio ya los pone firme, a ver tal que sepa que

Eso, eso, va. El el doctor este, Barrel, lo que dice es que, en la mayoría de los casos de este tercer tipo, que son pacientes sin aspecto psicológico previo ni nada, la recuperación es espontánea y es a los cinco o siete días de abandonar Jerusalén. O sea, que tú ya te vas allí y ya vuelves vuelves a tu estado normal. ¿Y qué se recomienda? Alejar a los pacientes de lugares sagrados para ellos.

Mejor que si si eres tan flipado, que tú vas a donde, en teoría, ando Jesucristo, lo crucificaron y demás, y te cree que eres Jesucristo, mejor que no vayas más a una iglesia, por si acaso, ¿vale? Madre mía.

Que a

lo mejor no acaba bien. O sea, que si

vas a Jerusalén tienes una epifanía allí Totalmente. ¿Te vuelves el loco perdido como si fuera San Pedro.

Sí, sí, sí, total. No, no, y que hay gente que se cree que es Moisés o San Juan Bautista, San Pedro

Tal, tío.

Jesucristo o Pilato o lo que sea, ¿vale? De hecho, hay un episodio de Los Simpsons en el cual se narra un lo que es el síndrome de Jerusalén, que es la historia más grande jamás contada, que es el capítulo dieciséis de la temporada veintiuno, y hay varios personajes que que sufren el síndrome

de este síndrome. Tío, tío. Qué fue

eso, bueno. Y yo yo que estaba allí en Jerusalén, sí que es cierto que es un sitio que al final te inspira, yo, a lo menos que tú tocadito psicológicamente y por eso tal, pero te inspira cosas raras. Yo tuve la suerte entre comillas.

¿De ir a engañote?

Sí, también. No, no, no, ojo, yo iba cobrando, que es mejor.

Qué máquina, tío, es una máquina.

Yo iba cobrando, pero además tuve la suerte de llevarme, pues, una hora y pico en lo que es el el Huerto de los Olivos, en Getsemaní, donde están los olivos, trimilenario, donde se supone que Jesucristo rezó tal y cual. Y el el monje que estaba allí en Getsemaní es sevillano, era, perdón, porque ya falleció, y nos dejó, aparte del grupito que íbamos, nos dejó de estar allí solos, como una vez que ya se había cerrado la iglesia y todo, están en el huerto. Y sí que es cierto que hay como una sensación como de, hostia, ese hormigueo te entra por el cuerpo, esa sensación de

Y sí, sí.

Aquí hay una energía distinta, ¿no? Una o o será, ya te digo, es pura sugerencia pura sugestión, ¿no? Pero sí que es cierto que te da esa sensación.

Qué curiosa, sí.

Qué curiosa.

Que se sabe, si vais a Jerusalén, no creáis Jesucristo Os voy a

contar un tweet de mi amigo, la madre de Brian.

Mira, viene qué disfrutado, viene qué lindo. Dice,

y bien, doctor, ¿qué tengo? ¿Por qué sigo sin querer salir de casa?

Sí, bueno, es un caso especial, pero observando todos los datos tiene usted el síndrome del cavañismo. Antes no tenía un duro para salir y ahora lo mismo.

Está bien, está bien ese.

Bueno, pues mira, yo voy a hablaros de un síndrome, todo el mundo va a ver, yo sé cuál es, yo sé cuál es, pero no os voy a explicar el síndrome porque es muy famoso, sino el origen de ese síndrome. Mira. Cuando una persona está secuestrada y acaba cogiendo cariño a su secuestrador, todo el mundo sabe cómo se llama ese síndrome, ¿no?

Yo me lo sé de puta madre.

Sí. Tiene nombre de ciudad también.

El síndrome de Estocolmo, a ver si un día os cuento cuando estuve yo en Estocolmo. Pues, lo primero, tenemos que viajar a

A Suecia, correcto. A Suecia.

A Suecia. Nos viajamos al diez

de agosto de mil novecientos setenta y tres en Estocolmo, un tal Jan Olson, que era un quinqui que era experto en abrir caja fuerte, entró en el banco de crédito de Estocolmo, bueno, para atracarlo evidentemente, no iba a haber yo una cuenta bancaria. Pero la cosa sale mal y enseguida se presenta la policía allí en la puerta, así que ¿qué hace? Coge a rehenes y coge a tres mujeres y un hombre de los trabajadores de allí del banco, y le pide a la policía tres cosas, dinero en efectivo, un coche con el depósito lleno y que trajeran a su colega Clark Olovson. Este Clark Olovson ya era conocido en aquella época porque igual se había dedicado a atracar bancos, había matado a un policía, se había escapado de la cárcel tres o cuatro veces, vamos, un pieza. ¿Qué creéis que hizo la policía?

Le concedió las tres cosas, le pusieron en la puerta en Ford Mustang azul con el depósito lleno una bolsa de dinero y le trajeron a su colega Olofson de la cárcel. Entonces, los secuestradores, vale, muy bien, tenemos el dinero, tenemos el coche. ¿Y ahora qué hacemos? Dice bueno, pues nos vamos con los rehenes y así no nos pase nada. Y dice la policía ve, somos tontos, pero no tanto.

Así que se encerraron con los rehenes en la cúpula del banco. No, esa era típica a la cámara que hay dentro, no allí con las cajas fuertes y todo. Y como había allí muchos griegas y muchos movimientos, unos para dentro, otros para afuera, pues se coló un policía y les encerró dentro de la propia cúpula a los cuatro rehenes y a los dos secuestradores. Y ahí empezó una historia que duró ciento treinta y una horas. Joder.

Ese es el origen, ¿vale? Lo primero que hicieron secuestrar los dólares, bueno, otra gente es que van a entrar a la policía, así que pusieron a uno de los rehenes con una bomba en el pecho y lo sentaron delante de la puerta y apagaron las luces y empezaron a pasar las horas y allí no pasaba nada. Entonces, uno de los de los recadores le dijo, mira, cogió uno de los rehenes y dice, mira, es que tengo que demostrar a la policía que vamos en serio, así que te voy a pegar un tiro en la pierna, pero lo voy a hacer con cuidado de de no darte ningún hueso. Y claro, el rehén, ¿qué dijo?

¿Cómo lo vas a hacer así? Maravilloso.

Y ahí, justo ahí surge el síndrome de Estocolmo, porque una de las chicas secuestradas, que era una de las secretarias, que se llamaba Christine Gemmark, que tenía veintidós añitos, le dice al rehén, vais ben, que solo es en la pierna. En ese momento, la una secuestrada empatizó más con el secuestrador que con uno de sus compañeros que iba a recibir un tiro.

Pero porque no se vio nada ella. Claro.

Pero es que no solo eso, es que el resto de rehén, que dijo, no, no, no lo hagas, que esto va a ser peor, que con eso no vas conseguir nada. Y dijo la Christine, Christine ahora partidora es nuestra amiga, Tenéis que hacer caso a lo que diga Christine. Dijo, mira, tengo una idea, dame el teléfono que voy a llamar al presidente de Suecia.

Que le

conozco yo.

Y dicho y hecho, llamo a presidencia y total, en dos minutos estás hablando con Olos Palme. Olos Palme, que también tiene para un episodio, porque a este le dieron de baja de Vodafone antes de tiempo y su muerte es un misterio superinteresante que nadie sabe qué pasó.

¿Ah, sí?

Lo decía el apellido.

Carlos Palme, sí.

Pero spoiler.

Lo mismo está, Christine estaba detrás del tema. Así que Christine le pidió al presidente que dejara salir a cada secuestrador de la iglesia.

Christine se llamaba el apellido Klander. Tenemos la misma enfermedad, Henry.

No me

he atrevido a decirlo de lo malo que era, pero

Te lo agradezco.

Pero lo

has pensado.

Te lo agradezco, ¿no? Pues, la Christine le dijo al presidente que no iban a hacer nada malo, que ella se fiaba más de los secuestradores que de la policía.

Christine tenía tatuado aquí a

Cap, ¿no? Sí, a

Cap. Y, de hecho, curiosamente, como fue una llamada a la presidencia, hay una grabación de la llamada de Christine al presidente. El presidente le dijo que que meta container, que ni de coña dejaba salir esa gente allí, así que aguantaron seis días encerrados en la cúpula del banco. Está que la policía le dijo, mira, a ver, ya, tonterías os gusta, os salí o os aseamos por el techo del edificio. Así que los rehenes volvieron a mostrar el síndrome de Estocolmo y le dijeron, mira, como salgáis los dos últimos, os van a matar.

Así que, salí vosotros primero, que no sepa si son rehenes o secuestradores, y cuando llegaron, pusieron el pie en el escalón, pues, se despidieron allí con besos y abrazos los secuestradores de los rehenes, y ahí terminó el secuestro. Os cuento lo más curioso de todo esto, es que imaginaos cuántos tratados y cuántos libros se han escrito sobre el síndrome de Estocolmo, cuántos expertos ha habido por todo el mundo dando conferencias sobre el síndrome, ninguno, nunca jamás ha hablado con Christine.

¿Por qué, tío?

¿Por qué? Porque quién fue el que asignó el síndrome. Pues uno de los portavoces de la policía, que como el el atraco había sido un desastre, ¿no? De seis días que no habían sido capaces de asaltar al banco y nada, le quiso echar la culpa de, bueno, es que tenían una colaboradora entre los rehenes, quiso echar la culpa a una loca del coño para tapar la incompetencia, pero lo brutal es que el síndrome de todo el mundo, todo el mundo conocemos el síndrome de Estocolmo y jamás nadie se preocupó en conocerlo de primera mano, ¿no? De ella que sintió en ese momento, porque dice que dice, si alguien me hubiera preguntado cómo me sentía, hubiera dicho necesito un abrazo.

Dice, esto es lo único que yo sentía cuando terminó el secuestro, ¿no?

Yo creo que es que a esa mujer el marido le puso los cuernos con una policía, y entonces

Y él

no se los tenía apurada.

Ni a policía ni agua.

¿Y sabéis por qué se hizo tan famoso esto del síndrome de Estocolmo? Porque al año siguiente, en mil novecientos setenta y cuatro, una chica que se llamaba Patty Hertz, el apellido mejor suena, era la nieta del magnate de la comunicación William Randol Hertz, el que dicen que Ciudadano Kane está basado en su historia, pues fue secuestrada en un en su apartamento en California, o sea, en el año setenta, tan un año muy raro, ¿no? Que como había un grupo terrorista de extrema izquierda en Estados Unidos, ve tus hijos raros,

Ahora lo

que son de extrema derecha solamente le hicieron una petición a la familia Jerez, dinero para dar de comer a los pobres de California, y la familia dio dos millones de dólares, pero se formó un caos allí con el reparto de la comida. Bueno, y vieron, mira, que la cosa ha ido mal, queremos otros cuatro millones más, y nunca más se supo de ellos. Se rompieron las comunicaciones, la familia no supo nada más de ellos. Cuatro meses después hubo un atraco en un banco de San Francisco, y cuando estuvieron revisando la imágenes de seguridad identificaron a Patty Hertz con un AK cuarenta y siete participando en el atraco al banco junto a la banda esta terrorista. Se había pasado al bando de los secuestradores.

Esa es que vio la casa de papel, ¿no?

Más o menos sí, La policía, al final, acabó desmantelando este grupo terrorista. Lo lo digo así rápido, vamos, lo que hizo básicamente fue meterle fuego a al piso donde estaban todos y se cargó a seis. Esa, la policía eran negros, ya sabéis, parecía en Estados Unidos, negro, pues, le sale solo. Pues, los abogados de esta chica, Patty Herz, usaron que ella había sido víctima del síndrome de Estocolmo. Total, siendo la nieta de quién era, el presidente Jimmy Carter le dejó libertad y Bill Clinton, al cabo de muchísimos años, le indultó la condena.

Y hoy en día se dedica esta mujer a concurso de perros de estos amaestrados, y ya ve que es muy buena a nivel mundial. ¿Y sabéis? Atento porque esto lo vais a soltar la primera comida. ¿Sabéis que hay una cosa que es la inversa del síndrome de Estocolmo?

Ah, sí,

pero la inversa que hay, que odia al secuestrador eso es lo normal, ¿no?

No. Que el secuestrador se identifica con la víctima. Exactamente. Correcto.

Y es el síndrome de Lima. En mil novecientos noventa y seis, un grupo terrorista asaltó la residencia del embajador de Japón en Lima, que estaban allí en una fiesta con ochocientas personas, estaban celebrando el cumpleaños del emperador, alguna cosa así.

Hombre, caro, y en nota dice, pues yo me pongo en la fiesta.

Pues retuvo a ochocientos rehenes y allí había peces gordos, había gente muy importante, gente muy rica, tal. Pero Guillo, empatizó, le cogió tanto cariño a la gente que al día siguiente dejó libre a setecientos de los ochocientos, ¿vale? Ella No se acabó. Pero pero bueno, pero bueno, dijo, me quedo con setenta y dos y a estos setenta y dos los voy a matar sí o sí.

Los poteos sí o sí.

No hubo manera. Que tampoco, que a los cabos de tres o cuatro días los dejó a todos en libertad porque habían estrechado unos fuertes lazos de amistad y no pudo seguir adelante con el secuestro ni matar a nadie. Bueno, se murió uno de ellos con un infarto, pero había empatizado tanto el secuestrador con el secuestrador.

Ahí no empatizó, ahí ganó. Eso no es

ningún síndrome, eso es que se jiñó vivo. Cuando, La pipa, si se saca, es para dispararla.

Lo más de para qué se saca la pistola. La pistola cuando se saca para dispararla, el que la saca para enseñarle es un parguelan. Pues mira, para la próxima vez

que alguien

te diga, ¿para el síndrome de esto cómo? Pues tú sabes que lo inversa es el síndrome de lima, así que, nada.

Pues voy a contar yo aquí un tuit de mi amigo arroba solo para tuitear, dice, doctor, ¿qué noticia quería darme? Sí, bueno, que hemos encontrado un remedio para su enfermedad, una app. Se llama Wallapop, señor Diógenes. No, que

Cambalache. Capri, tú no tendrás síndrome de Diógenes, tuitero.

Yo tengo síndrome de astinencia, aquí una cervecita. Vale. Pero, vamos, también tengo cositas aquí para contaros.

A ver,

a ver, a ver.

Vamos, vamos, vamos, arriba para allá, nos ha quedado. Venga, vamos con el primero de mi amigo arroba azul worou, dice, los días favoritos de Diógenes son todas las fiestas de guardar.

Ya, lo lo acabo de pillar, tío.

En el accidente de arroba dos Hannibal.

Mi marido tiene el síndrome del espermatozoide.

¿Y eso qué es?

Que hace siempre lo que le sale de los huevos.

En el accidente de arroba muy empanados, dice, salir del IKEA con el síndrome de Estocolmo.

Claro. Venga,

venga, este es de arroba la madre de Brian.

Bien, doctor, dígame, ¿qué es lo que tengo?

Pues mire, tiene usted el SUP, que es el síndrome de la última palabra. ¿Yo? No lo creo. Sí, sí, miren ahora sí.

Para mí es que está mal.

No, no, fíjese bien. Qué va, si

eso es genético, mi casa no lo tiene. ¿No es genético? Sí lo es, no, sí.

Venga, el siguiente es de arroba dog Hannimar. Dice, doctor, cuando alguien nombra una planta, no puedo evitarle insultarle. Qué delirio. Gelimolla. Con el accidente de arroba clean piticlin, tu primo, el panadero con síndrome de ansiedad, ¿cómo hace para trabajar?

Bueno, pues un día hace pan y otro bizcocho. Venga, este es de arroba profeta Baruk. Hoy estamos con el prestigioso psicólogo jefe del Hospital de la Paz para hablarnos de cómo llevar ese síndrome de la cabaña, ese miedo a salir.

A cancelar, vamos a morir todo en olla,

pero esta publicidad, publicidad. Venga, ya terminamos con el con este de arroba Luis Lorenzo. Tierra. ¿Quién ha visto tierra? Rodrigo de Triana.

¿En serio?

Que no, Cristóbal, qué broma. Me cago en todo vuestra puta madre, hasta la polla vete en el coponja.

Y así, señores, se identificó el síndrome del colon irritable. Bueno, tío. Estaba, estaba, estaba muy adentro.

Muy adentro. Bueno,

pues tranquilo, tweet.

Muy bien, pues una maravilla, como siempre. Venga, señores, vamos ya, vámonos con nuestras movidas a casa, que esta esta gente se querrá acostar ya, así que venga. Rafa.

Hostia, pues yo voy a aprovechar este espacio que me dedicáis. Ojalá hay dos síndromes que son muy cortitos.

Espérate, espérate, ¿esto qué Sí, sí, sí.

El postre.

Uno es el síndrome del potro, que es cuando te cuelgue un huevo más que otro. Y después está el síndrome del abuelo, que es cuando te cuelgue más los huevos que el ciruelo, ¿vale? Eso es importante, es importante determinar eso.

A ver, pues.

No quería terminar el episodio sin sin ampliar información.

Esos son los síntomas son buenos. Álvaro.

Pues yo ya me he quedado loquísimo de la cabeza con este episodio. Ya no tengo más nada que decir.

Tampoco se puede Jair. Capriá.

Pues nada, yo hoy no tengo ninguna frase para despedirme, pues no tengo frase de síndrome de más, solo que que la gente que está muy malita de la cabeza que escucha nuestro

punk. Bien, bien, bien, se van a quedar peor todavía.

Se van a

quedar peor todavía, pero van a ver que hay gente que está peor.

Es reconfortante.

Hombre, caballito. Yo tengo, mira, ya como Rafa, yo me exhorto el síndrome de este que que se lo dije una vez a una amiga y a una persona, a un ser querido, y no me ha atrevido nunca a decirlo mal, que le dije que tenía el síndrome del tordo, que es la carita fina y el culo gordo. El Por cierto, lo del síndrome de Estocolmo, que he estado leyendo, y dice que se achaca también a la gente que vive en estado totalitario, ¿no? Y opresores, dice, bueno, pero como no se gente que vive en estados totalitarios, ¿no? Y opresores, dice, bueno, pero cómo no se suble van contra ellos, porque al final acaban desarrollando el síndrome de

del Estocolmo. Vivan las cadenas, le decíamos aquí, ¿sale?

Exacto, exacto. Pues, encontré una frase de Jean Paul Sartre que dice, odio a las víctimas que respetan a superdugos.

Qué buenos trajes hacía Jean Paul Sartre. Poza.

¿Qué pasa?

Nos tienes que decir dos cosas.

Venga, dale.

Recomendar un libro y decirnos qué película estabas viendo antes que lo tomo.

No, no es ninguna película, a ver, os voy a explicar porque os voy a descubrir una cosa.

Sí, no, de verdad que es de chicos guapos. No.

Os voy a descubrir una cosa que seguramente no sabréis y es un problema que muchos de los que lo escuchen van a solucionarlo gracias a esto que yo voy a contar. Tengo un problema, como muchos otros españoles, que tengo Netflix aquí en mi casa y tengo Netflix en el piso de Cádiz. Pero Netflix, como es tonto, se cree que aquel no es mi Netflix, que aquel es un tieso que está compartiendo cuentas, sabe que hay gente que comparte cuentas de Netflix por tisura, ¿no?

Que es de pobre, eso es pobre absoluto, de pobre absoluto.

Incluso de Spotify,

más pobre

de todo el día.

Incluso de Spotify, o sea, y más de Spotify, más todavía. Entonces, ¿qué es lo que pasa? Que yo voy a Cádiz y le pongo Netflix, me dice, este es denos tu cuenta a ustedes, oiga usted que esto esto no es su hogar, esto no es su hogar, usted no puede no puede ver aquí Netflix. Pues eso tiene solución, queridos españoles.

Mudarte allí.

Tiene solución. ¿Cuál es la solución? Yo mañana voy a Cádiz, ¿vale? Entonces, para poder ver Netflix en Cádiz, lo único que tengo que hacer desde mi casa, mi WiFi de aquí de mi casa, reproducir diez segundos de una película de Netflix en el móvil, placa. Y ahora llego a Cádiz mañana y cojo el móvil, lo abro, voy a esa misma película y le doy a continuar la reproducción por el segundo catorce.

Y en el momento que lo diga a a a reproducir otra vez allí en Cádiz, Netflix es tonto, pero bueno, tendrá una I ya o algo, dice, hostia, pues si este tío le ha dado a play allí y le ha dado play aquí, es que es lo mismo, es que es su segunda vivienda. Entonces tú ya enciendes tu tele.

Allí también tienes WiFi, ¿no?

Claro, tú enciendes tu tele y se llama, igual que la de aquí, mucho Betis, porque todas mis wifi se llaman mucho Betis. Entonces, tú le das allí a

sí, da pista. Eso, pero que matastete, no

te he dicho la contraseña, ¿no?

O e, eso no sé.

Seguramente sea mucho Betis al revés.

No, Spasword. Entonces, Spassword.

Con un cuatro medula. Eso

soy asterisco.

Cuando haces eso aquí y eso allí con el móvil, automáticamente, si en tu tele le das a Netflix, puedes verla perfectamente. Por eso me he acordado, digo, sí, ya le tengo que dar una película a Netflix antes de que que si no se me volviera, y le he dado cualquier película que me sabe, mañana lo voy

a tratar de hablar.

Me parece de locura que tengas que hacer esa mierda pagando,

¿A qué sí?

Pagando. Qué asunto, porque que Pagando.

Con un sigo pagando, pues

para poder ver Netflix allí tengo que hacer esa mierda aquí cada vez que me voy. Eso es lo primero. Libro que voy a recomendar sobre síndrome, la verdad es que bueno, hay algunos como me ha dicho ahora para los psicoanalistas de Kasten byter, pero eso no me gusta a mí. Entonces me he acordado, me he acordado de un libro, un libro de qué historia más bonita, cuando yo estaba en la mili, hace un chorro de años.

Entonces era un papiro, ¿no?

Sí,

yo había escuchado el tema de la milicia y yo le digo, caray, yo es de estos cabrones. Pues un sargento primero que yo tenía cuando me retiraron allí a cocina a hacer los Excel de cocina y tal, me regaló un libro, tío. Porque me sabía que yo leía y me regaló un libro, y ese libro es el

libro en el que

está basado la película

Starship Troopers, no

sé si la pedí visto.

Sí, sí, sí.

A mí me encanta la película, eso los bichos así peleando contra los humanos y tal. Bueno, pues hay un libro que se llama Tropas del espacio de Robert A. Heinlein, se llama el tipo este. Es un libro súper antiguo, es del año mil novecientos cincuenta y nueve y es fantástico, a mí me gustó mucho. Te habla mucho de las estrategias en la guerra y tal, pero bueno, esto como el Sun Tzu este o el libro del Shen Tzu o cómo coño se llama el libro chino.

El arte arte de la guerra.

Esas estrategias se pueden aplicar muchas otras cosas, no solo en la guerra. Os lo recomiendo, es muy finito, doscientos y pico páginas, a mí me gustó.

Se leía antes que la despedida tuya, Sí, sí, seguro.

Oye, que que sí, que que estamos aquí con la coña, pero bueno, que, oye, que que si algún oyente nuestro él o su familia, oye, que tiene algún tipo de de síndrome de esto, una enfermedad rara, cualquier cosa de esta, oye, que que todo es nuestro pollo, coño. Que

ya. Que que

que estamos aquí intentando contar esto y siempre intentando hacer reír de más, pero, o sea, son putaditas, tío.

Sí, claro.

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