Historia del cine LGTBI español (con Javier Ambrossi y Javier Calvo)

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En nuestro primer episodio, analizamos la historia del cine LGTBI en nuestro país con padrinos de lujo: Javier Calvo y Javier Ambrossi.

Y con ellos damos la bienvenida a 'Amanece que no es podcast', proyecto sonoro de FOTOGRAMAS y Fundación SGAE, presentado por Julieta Martialay, directora de Fotogramas, y Juan Silvestre, director digital.

Javier Calvo y Javier Ambrossi son dos de los creadores audiovisuales con más proyección internacional, que han hecho de la inclusión sexual un sello en todas sus producciones. 'Paquita Salas', 'Veneno', 'Vestidas de azul' o 'La Mesías', su nueva serie que se proyectará en la próxima edición del Festival de San Sebastián, son solo algunos de los títulos que les han colocado en el podio de una ficción cada vez más diversa.

Pero el camino hasta llegar aquí no ha sido fácil. Desde que en 1961 se estrenara 'Diferente', dirigida por Luis María Delgado y considerada la película pionera en el cine LGTBI español, han sido muchos los cineastas que, con mayor o menor suerte, han puesto su granito de arena. De Pedro Olea a Almodóvar pasando por Jaime de Armiñán, Agustí Villaronga o Albacete y Menkes, en este primer episodio recordamos los nombres imprescindibles que han contribuido a engrosar una filmografía orgullosamente inclusiva.

Y también nos sorprenderemos con ficciones que ayudaron a que un público ansioso de encontrar espejos en la ficción descubriera su referente en producciones insospechadas. Como confiesa el propio Javier Ambrossi: Me reconocí en un episodio de Farmacia de guardia cuando era muy pequeño y uno de los amigos del hijo de Concha Cuetos salía del armario.

Próxima parada: los blockbuster españoles

La primera temporada de 'Amanece que no es podcast', con guion y producción de Álvaro Onieva y Antonio Rivera y con la colaboración especial de Natalia Rodríguez y Flixolé, contará con un total de 8 episodios de 30 minutos de duración que tratarán temas como los blockbusteres españoles o analizarán la historia de los festivales más prestigiosos de nuestro país, como el de San Sebastián o el de Sitges.

Transcripción


Yo la verdad que no tuve un momento de de ver una representación en la televisión que me con la que me sintiera identificado y creo que la tuve que buscar más tarde cuando era adolescente en, pues en películas de Pedro, en Gus van Sant, en como que mi desarrollo más de adolescente fue cuando tuve que buscar todas esas historias y todos esos referentes. Pero yo

no recuerdo un momento de pequeño en

el que realmente yo encontrara

Pues la primera vez que me sentí representado como persona LGTB en una serie, fue viendo Farmacia de guardia cuando era muy pequeño y de repente pues un amigo de de, de, no me acuerdo cómo se llama el personaje, de de de los hijos de de Concha Cueto. Uno de los amigos de repente pues la trama era esa que que salía del armario y lo agradezco mucho.

No se lo digas a nadie, ese era el título del episodio de Farmacia de guardia al que hace referencia Javier Ambrossi, emitido la noche del veintiséis de enero de mil novecientos noventa y cinco. Pablo, el mejor amigo de Ikiki en la sitcom, salía del armario en una serie de televisión que veían más de diez millones de espectadores, encontrándose inicialmente con el rechazo y la homofobia de su entorno, pero finalmente con la comprensión y la amistad.

Treinta y cuatro años antes, en mil novecientos sesenta y uno, se estrenaba diferente, dirigida por Luis María Delgado y considerada una película pionera del cine LGTBI español. Sorprendentemente, este musical con una clara lectura gay consiguió escapar de la censura franquista. Después de esta, y paso a paso, han venido otras películas y series que han ido abriendo puertas y armarios a la representación queer en el audiovisual español. Somos Julieta Marcialay.

Y Juan Silvestre.

Y esto es

Amanece que no es podcast.

Hoy repasamos la historia LGTBI del audiovisual español junto a Javier Calvo y Javier Ambrossi, creadores de la llamada Paquita Salas o Veneno.

Fotogramas, en colaboración con la Fundación SGAE, presenta Amanece que no es podcast.

Pero tú crees que puedo seguir aguantándole. He intentado ayudarle, aconsejarle y ya ves. Exageras, debes tratar de comprenderle, porque le comprendo ya no le disculpa. Él ha hecho lo posible por cambiar, pero la verdad es que ha sido un fracaso.

Cuando la película diferente llegó a los cines en mil novecientos sesenta y uno, en una España donde todavía se aplicaba la ley de vagos y maleantes a los homosexuales, a algunos críticos les pareció que lo importante de la película era el ballet, y que lo demás era una representación tópica de las vidas el primer protagonista homosexual sin censurar del cine español.

Por suerte, no supieron verlo tampoco los censores franquistas, La historia de este hombre que rompe con los valores tradicionales de su familia para entregarse a la vida apasionada, el teatro y la danza consiguió burlar a la dictadura, y fue en parte gracias al estatus del bailarín y coreógrafo argentino Alfredo Allaria, que, además de protagonizar el musical, lo firmó en calidad de codirector.

Sabiendo que determinadas imágenes jamás pasarían el corte de la censura, Delgado y su montador decidieron tirar de juegos visuales e ingeniosas metáforas para contar la homosexualidad, y con ello, inauguraron un nuevo cine español donde los personajes abiertamente LGTBI tenían cabida.

El camino abierto por diferente lo transitaron después otras películas pioneras, como Mi querida señorita, estrenada en mil novecientos setenta y dos y dirigida por Jaime de Armian. El cineasta y su coguionista, José Luis Borau, estuvieron años cocinando la idea para esta película transgresora hasta dar con una versión del guión que, curiosamente, también pasó sin problemas el corte franquista. Los censores solo quitaron un desnudo femenino una vez la historia ya estaba rodada.

Pero a quien sí tuvieron que convencer fue al protagonista, a José Luis López Vázquez, que interpreta en la película Adela, un personaje con una complicada y ambigua relación con el sexo y el género.

Es que hay un problema, padre. Yo me afeito, ¿qué? ¿Qué me afeito? Empecé cuando tenía diecisiete años y ya no me pude parar. No sé si soy una mujer normal.

En su momento, Fotogramas definió Mi querida señorita como una película española insólita en nuestra circunstancia, y lo es por varios motivos, por su tema, por su enfoque y por su calidad. Según nuestro crítico, José María Carreño, hubiera sido muy fácil y cómodamente rentable conducir la historia por los senderos de una comicidad gruesa y mezquinamente pornográfica, pero desde las primeras imágenes el espectador sabe que está ante algo distinto, más serio y arriesgado, más difícil y complejo.

Ya acaba la dictadura franquista, el cine de la transición tuvo sus propios hitos LGTBI. En mil novecientos setenta y siete se estrenaron A un dios desconocido, de Jaime Chava Reyes y Esquerejeta, sobre un hombre homosexual relacionado con García Lorca, y Me siento extraña, una historia lésbica dirigida por Enrique Martín Maqueda y protagonizada por Rocío Dúrcal y Bárbara Rey. Alegría, ¿por qué fritamos? No sé. ¿Por el trabajo?

¿Por nosotras?

Un año después, llegarían a los cines otras dos películas imprescindibles del cine español LGTBI, ambas protagonizadas por José Sacristán, el diputado de Eloy de la Iglesia y un hombre llamado Flor de Otoño, dirigida por Pedro Lea.

Porque siempre es bueno decir la verdad. La verdad, no le echas tu cara, nena. Me gustaría saber qué dirían de ti si supieran la verdad, si supieran que eras un maricón. Mi vida particular no le interesa a nadie, no tienen por qué enterarse. Pues imagínate que se entera.

La importancia de estas películas pioneras llega hasta Pedro Almodóvar, quien, en Dolor y Gloria, el homenaje del director manchego a su propia formación cinéfila, coló un cartel de diferente.

En mil novecientos ochenta, un jovencísimo Pedro estrenaba su primer largometraje, Peppy, Lucy Bom y Otras chicas del montón, una comedia punky ambientada en el Madrid de la movida. Una de las chicas del grupo comenzaba una relación lésbica con el personaje de Alaska, quien le dedicaba a la ya histórica canción Murciana marrana. Pepilucivón fue solo al principio. Después de esta fascinante ópera prima, Pedro Almodóvar se convirtió en el representante por antonomasia del cine LGTBI en España.

Ya lo has oído, pequeña, no tienes nada que hacer.

Elige entre él o yo, es tu última oportunidad. Cuando me casé con él, ya había elegido.

Para mí Pedro es un genio, uno de los mayores genios de este país, el mejor director de este país. Me ha dado todo, ha sido toda la inspiración que yo necesitaba para dedicarme a esto cuando cuando estaba desarrollándome y me parece que sus películas son obras maestras.

Es el director de España.

Juan, ¿cómo ¿cómo definirías la importancia de Pedro Almodóvar en El cine español?

Bueno, yo creo que es muy buen momento ahora, quizá, Juliana, para que traigamos aquí la sección Mi cine español, muy fotogramas, ¿no?

Me encanta, muy fotogramero, di que sí.

Claro. ¿Tú cómo tú cuál es la primera película de Almodóvar que recuerdas que viste? ¿Dónde la viste? ¿En qué circunstancia? ¿En qué momento?

Pues mira, la primera que vi fue Pepi Lucibon en el cine, me colé en el cine. Y mientras la veía me pareció marciana. O sea, sabía que había en ella algo que era muy de verdad, pero que no tenía absolutamente nada que ver conmigo. Me había gustado, me estaba horrorizando, salí del cine como como intrigada. Entonces, no pude con esa dicotomía y volví al día siguiente y ya me quedé enganchada sin remedio.

O sea,

la volviste a ver.

La volví a ver al día siguiente, si

Y el segundo visionado mucho mejor ganó

Para mí, para mí está para siempre mi vida esa película.

Pues fíjate, a mí eso que te pasó a ti con Pepi Lucivón me pasó con la ley del deseo, que la vi muy jovencito y claro, de repente ver a ese Antonio Banderas, ese Eusebio Poncela dándose esos revolcones en esas escenas de sexo tan explícitas, ¿no? Y con esa relación y, bueno, personaje de Carmen Maura, perdón, ese transexual, Tina, en aquella secuencia Riégueme, a mí me me impactó muchísimo aquella película y yo creo que que hay imágenes que tengo todavía grabadas en aquel momento. ¿Pero tú dirías que Pepillusibom es tu favorita de Almodóvar?

No, no, no, no, no. Me cuesta me cuesta mucho elegir. Elegir es como pedirme a quién quiero más, si a mamá o a papá. Es algo que me que me duele. Yo creo que mis películas favoritas de Pedro Almodóvar son Entre tinieblas, esas monjas tocando los bombos no se me olvidarán jamás.

Y al mismo nivel, Mujeres al borde de un ataque de nervios, Los Chiquitas de María Barranco son Oro Puro y Dolor y Gloria. ¿Y las tuyas?

Pues mira, yo me quedaría con Todo sobre mi madre, que me parece una obra maestra auténtica. Hay una película de Almodóvar que que no es, yo creo, de las más populares o de las que más gusta, y yo la defiendo mucho que es Kika, a mí me encanta Kika, y Volver, que me parece también magistral a todos los niveles.

¿Y cómo está esa Penélope, por favor?

Y Blanca Portillo y Lola Dueñas y Chus. Bueno, es que hubo ahí un un estado de gracia general en dirección, actrices, todo. Era fascinante. Pero, bueno, vamos a ver también igual cuáles son las preferidas de nuestros invitados, a ver qué nos cuentan ellos.

Pelís favoritas que todo. Es que Volver, todo sobre mi madre, Atame, todas las pelis son especiales, todas tienen algo, un genio.

Peris favoritas yo me he visto todas mías de veces. Igual siento que una de las más perfectas puede ser todo sobre mi madre pero entre tinieblas me fascina, que echo para merecer esto. Volver creo que fue la que más me tocó, porque fui al cine con mis padres y salí diciendo, dios mío, esto es lo que yo quiero hacer en mi vida, todas.

En su último trabajo, el cortometraje Extraña forma de vida, Pedro sigue empujando los límites de la representación LGTBI. En esta ocasión, se ha cobrado una revancha histórica con el western. En un género y paisaje habituado, sobre todo, a la masculinidad tradicional, Almodóvar ha rodado un torre de romance entre un sheriff y un forajido, interpretados por Ethan Hawke y Pedro Pascal.

Evidentemente, la sexualidad, la la la homosexualidad, quiero decir, y más que eso el deseo entre dos hombres en este género es es un un elemento prohibido, o sea, no existe. Nunca se ha tratado, es un género absolutamente masculino, pero entre todos estos hombres nunca se había hablado de algo como el deseo entre dos de ellos. Y para mí era eso era clave.

La relevancia de Pedro es incuestionable en la actualidad, pero durante años cierto sector del público y la prensa trató de denostarle. Decían que solo hacía cine de putas y maricones. Les preguntamos a los Javis si hoy día se sigue intentando arrinconar a los creadores queer.

Todo lo contrario, yo no no creo que, no creo, no no me he sentido rechazado ni arrinconado por mi manera de contar historias. No, todo lo contrario. Creo que que todo lo contrario. Creo que que lo que hacemos nace con vocación de llegar a todo el mundo y y, por ejemplo, en el caso de Veneno ha sido super sorprendente lo lejos que ha llegado, ¿no? A todos los perfiles y queremos seguir haciendo eso, ¿no?

Nunca me he sentido rechazado por las historias. Todo lo contrario, son las historias lo lo que me ha hecho sentirme no rechazado.

Sin embargo, yo sí he sentido cierto prejuicio a la hora de acercarse a ciertas historias. Como cuando nos dicen, ah, pero nos dice un hombre heterosexual, mira yo me gustó mucho veneno y fíjate que es una historia muy alejada a mí. Y yo, bueno, historias alejadas a ti hay muchas y esta la estás prejuzgando por ser una historia LGTB. Entonces sí que a lo mejor hay cierto prejuicio a la hora de acercarse a esas historias pero pero siento que por ejemplo con Beneno hemos conseguido que todas esas personas que, o muchas de esas personas que se acercan, descubran que que hablan más de ellos y ellas mismas de lo que creen, porque son historias de seres humanos.

¿Y sienten sobre sus hombros el peso de la responsabilidad de tener que mostrar al colectivo en pantalla?

Pues, ser autor visiblemente gay con trabajos donde lo queer está muy presente, no me da ningún sentido de responsabilidad hacia el colectivo. Todo lo contrario, me da un sentido de de de propósito, lo cual aligera, lo cual aclara por qué se dedica uno a a lo que se dedica. Es decir, que lo que hacemos no es por un sentido de responsabilidad, aunque luego el hecho sea responsable, sino por un sentido de de de quiénes somos, de de nuestra propia naturaleza como personas y como y como creadores.

Pero sí que es verdad que que, al representar un colectivo tan grande y y al y al contar historias tan complejas, sí que hay un intento de hacer las cosas bien, ¿no? Como hay en veneno hemos querido investigar y hemos hablado con muchas personas y creo que eso sí es una manera de responsabilidad ¿no? Como como esa en ese propósito también está el el querer querer representar bien las historias que contamos, ¿no? Con diversidad y con compromiso.

Tanto Javier Calvo como Javier Ambrossi, antes de ser reconocidos creadores de ficción, empezaron su carrera en el audiovisual, pero como actores. Calvo lo hizo con física o química y un personaje, Fer, que era el chico gay de la pandilla, todo un referente para los adolescentes de los dos

mil. A ver, claro, yo cuando hice cuando hice fisicoquímica, yo tenía dieciséis años y yo estaba absolutamente en el armario e incluso ni siquiera yo mismo sabía exactamente pues quién era. Entonces, yo recuerdo que sobre todo lo más que responsabilidad sentían mucho miedo. Incluso dentro de mí había una parte que deseaba que la serie tampoco la viera mucha gente para que mucha gente no pudiera pensar que yo que yo era gay. Entonces, al principio fue un, más que una responsabilidad, un miedo y después fue fue el, lo que me permitió entender quién era yo, a la vez que mi personaje entendía quién era y lo que me permitió crecer como persona y como profesional.

Entonces, bueno, pues para mí fue todo.

Pero antes de Fer, otros referentes abrieron camino. Como al salir de clase, aquel culebrón de sobremesa dirigido al público adolescente emitido en Telecinco a finales de los noventa. La diversidad sexo afectiva en la serie comenzó con dos tramas menores, la de Kike, que se sugería que era bisexual, y la de Clara, una lesbiana torturada que terminó olvidando su orientación justificada como un trauma del pasado. Sin embargo, fue Alejo Sauras quien interpretó a Santi el personaje que marcaría a toda una generación. Santi entiende, se dijo, y todo el mundo lo entendió también.

Después conoció a Rubén, encarnado por Bernabé Fernández, y ambos protagonizaron el primer beso gate de nuestra televisión. Tras ello, además, su relación siguió con normalidad.

No fue fácil conseguirlo para los guillianistas de la serie, que se enfrentaban a las reticencias de los ejecutivos de las cadenas. En Aquí no hay quien viva conocimos a Mauri y Fernando, y después a Bea, Ana o Raquel, gays, lesbianas y trans, pero sus creadores también encontraron resistencia por parte de quienes mandaban, como recuerda la directora Laura Caballero.

Cuando estábamos a punto de empezar a grabar Aquí no hay quien viva, allá por la primavera, de dos mil tres, los directivos de la cadena vinieron a conocer los decorados. Les estábamos haciendo un tour por todas por todos los sets y todo les parecía genial hasta que llegaron a la habitación de Fernando y Mauri y descubrieron una cama de matrimonio. Les cambió la cara, nos miraron y nos dijeron no no no no no, estos personajes tienen que dormir en dos camas de noventa. Vamos, como hay viblas. Alberto y yo nos miramos, nos entró la risa y dijimos, es la pareja más estable y más bonita de toda la serie, y obviamente duermen juntos en una cama de matrimonio.

Hubo bastante polémica y, de hecho, estuvieron una semana planteándose si aquello iba adelante o no. Menos mal que nos mantuvimos firmes en nuestra decisión y conseguimos que Fernanda y Mauri durmieran juntos, como cualquier pareja que se quiere.

Vidas, o las presas de Vis a Vis, son otros referentes LGTBI importantes de nuestras series. Para los hobbies fueron estos.

A ver, mi referente televisivo que que me marcó y que que que me parecía un icono de libertad, de diversión, de inteligencia, siempre fue Boris. Verdad le veía y decía, ostras, qué qué qué qué tío, ¿no? Qué manera de salir de todo, qué qué manera de hablar, qué manera de de ser frívolo pero profundo, y siempre libre y auténtico.

Yo recuerdo que por la época en la que empezaba a rodar fisicoquímicas estrenos Skins, una serie británica de adolescentes también y y la verdad que me me me vi muy reflejado en en Maxi, en el personaje gay y y de hecho fue de las de los personajes que me quitaron el miedo a a hacer el personaje que hice yo.

Pero también hubo un momento en el audiovisual español en que los personajes abiertamente LGTBI directamente no existían.

Cuando no había referentes explícitos en la pantalla con los que identificarse, el público gay tenía que verse reflejado en otros espejos. Por ejemplo, en la obra de creadores homosexuales como Juan de Orduña, Antonio Mas Guindal o el inolvidable marqués Le Guineche, del maestro Berlanga Luis Escobar, que introducían en el cine popular ciertos códigos de la subcultura homosexual.

Es posible que creáis eso de mí, pero os va a ser difícil convencer a los demás.

Nunca lo sabrán todos. Yo le señalaré al asesino de Manrique, al culpable de tanta calumnia, al que escribió ese decreto que yo no había firmado nunca. Tú lo sabes, Ramiro. Nunca. ¿A qué se acaban tus deslealtades?

Presente.

¿Está ahí segura?

Estos códigos casi siempre tenían que ver con la feminidad. El público gay podía encontrarse en las artistas de la copla o el culé y en las protagonistas de películas históricas como la Amparo Ribelles de La Leona de Castilla, de mil novecientos cincuenta y uno, o Locura de amor, con Aurora Bautista y Saramontiel. Estas cintas descuidaban claramente el factor ideológico en favor del melodrama y el exceso.

Detrás de aquellas reinas, divas y folclóricas, aguardaban personajes sensibles, sufridores y en el setenta y siete, el camino iniciado por Mi querida señorita y la representación trans, entonces, todavía prejuiciada. Fueron Cambio de sexo de Vicente Aranda y El transexual de José Jara, siendo la de Aranda la más conocida, y entre otras cosas, por un desnudo integral de Viviana Fernández que dio mucho que hablar.

Desde entonces, y durante las décadas de los ochenta y noventa, las historias LGTBI fueron transitando desde lo underground hacia lo mainstream. Al fin y al cabo, Pepiluzibom y otras chicas del montón de Almodóvar no dejaba de ser una cinta alternativa de bajo presupuesto. En los márgenes estaban también otras como Gay Club, de Ramón Fernández, otras El Cristal, de Agustín Villaronga, con su perturbadora relación erótica entre un ex nazi y su cuidador.

Quedaste con Lucas en el karaoke, Quedaste con él, quedaste con él.

Ok, con

él. Entonces, ¿qué pasó? Vino por su voz de

voluntad. ¿Y qué quería?

No te lo puedo decir.

Era un asunto entre locas y yo.

Te mato, te mato. Malico.

Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí, de Félix sabroso y Dunia Ayaso, y más que a por frenesí, de Albacete, Menques y Miguel Bardem, fueron dos comedias de finales de los noventa de enorme éxito en taquilla, que aunque no escatimaban en clichés sobre colectivo, llevaron a la pantalla una versión más ligera y festiva de la experiencia LGTBI. Su estera la seguirían después otras comedias como Cachorro, de Miguel Albalaldejo, Veinte centímetros, de Ramón Salazar, Los novios búlgaros de Eloy de la Iglesia, Ochocataun, de Juan Flan.

¿Por qué se

lo has dicho?

¿Qué? ¿Estamos juntos? Sí.

¿Por qué? No, ni se lo ha dicho ni se lo ha

dejado de decir, Alberto. No,

no, se lo has

dicho. En el noventa y nueve, Gerardo Vera y Ángeles González Sindé propusieron con segunda piel una historia de amor sobre un hombre casado que inició una relación con otro hombre. En la revista Fotogramas de abril de aquel año, Javier Bardem, uno de sus protagonistas, señalaba, no habrá risitas tontas, la homosexualidad está enfocada aquí desde la naturalidad de las cosas, sin frivolidades ni adornos, sin estridencias, con un tono muy normal. Entiendo que pueda despertar morbo, pero Jordi y yo no somos Tom Cruise y Brad Pitt.

Y no, no eran Tom Cruise y Brad Pitt, pero sí era la primera vez que dos actores españoles, consagrados y heterosexuales, daban vida a dos homosexuales en un producto mainstream de estas características. Claro que existía, si no morbo, al menos expectación, tal y como recogía nuestra revista, que decía, el propio realzarol reconoce que cuando rodaron el primer beso entre ambos flotaba una cierta incomodidad en el ambiente. Todos tenemos que vencer tabúes, hay códigos de comportamiento a los que nadie es impermeable.

Ya me he separado.

No, pues claro que te he separado, Alberto. ¿Tú crees que alguna mujer va a querer vivir con con un maricón? Es que, mira, hasta en eso has tenido suerte. Una vez más, nosotros te hacemos el trabajo sucio. Ya no tienes que dejarla ahí, ella va y te deja a ti.

¿Tú ya sabías cómo soy?

No, yo no sé nada de cómo eres porque no me dejas verlo.

Para ver,

¿no te basta con

las cosas tal y como están?

No te basta.

En la historia de nuestro cine, la homosexualidad masculina ha tenido mucha más presencia que la femenina y que otras letras del colectivo. Las mujeres lesbianas se han representado menos, primero dirigidas por hombres, con cintas como extramuros, calé o habitación en Roma, y luego, desde una perspectiva femenina, con la mirada de Isabel Coixet en Elisa y Marcela, o de Arancha Etchevarría en Carmen I Lola.

Como veis, la historia de España es muy rica en ficciones LGTBI, pero también ha habido documentales que han retratado las vivencias de las personas queer en nuestro país.

Uno de los ejemplos más recordados y relevantes es Ocaña Retrato Intermitente, de mil novecientos setenta y ocho.

Ser macho es es, no sé cómo decirlo, es no, no, no, bueno, no me acuerdo la palabra, pero ser macho es mejor, o es es es es lo natural y es lo normal que dice la sociedad. El macho es lo natural, el hombre que va con el con el hombre, ya estoy cargando un poco el rollo este de la homosexualidad, voy tampoco querer los homosexuales ni ni. Yo lo único que veo de las personas, y yo creo que el el el el que tú vayas con hombre, con una mujer, no deberían por qué poner un letrero y ahí estés así y estés asado.

Esta es solo una de las muchas reflexiones que lanzaba en la película de Ventura Pons, el transformista José Pérez Ocaña, todo un icono de resistencia sexual y de género contra los estertores de la dictadura.

Ocaña regala esta frase a la cámara sentado en un rincón de su bardilla de Barcelona, desde donde se dedicó a la pintura y al activismo, primero durante el franquismo y luego en la transición, aunque la ley de peligrosidad social se veía en vigor. Va vestido entre rejoneador y drugo de la naranja mecánica, pero era habitual verlo por la calle también caracterizado de folclórica con gafas de sol, de virgen o de flamenca con el pene por fuera del vestido.

Pons, que luego rodaría otras películas LGTBI como Caricias o A Mi Kamat, debutó con este moderno retrato de Ocaña. Cinco años después del estreno del documental, el activista murió por las complicaciones derivadas de una actuación en su pueblo natal, en Sevilla, en la que su vestido, elaborado por él mismo con tela y papel maché, comenzó a arder.

Yo soy un imaginado, como las putas, como los chulos, como los maicones, como los ladronzuelos que roban moto, Aunque soy pintor, pero me puedo meter en su mundo. Me siento

identificado entre toda esa gente. Me encanta y me fascina.

Aquel mismo, mil novecientos ochenta y tres, se estrenó otro ejemplo paradigmático del documental LGTBI, hecho en nuestro país, vestida de azul.

En la película, Antonio Jiménez Rico quiso retratar las vidas de seis mujeres trans de la España de la época. Las protagonistas incluso viajaron al festival de San Sebastián aquel año para presentar su historia, pero al terminar la cita, las estrellas de cine normativas permanecieron en la comodidad y el glamour, y ellas se vieron obligadas a regresar a sus vidas, donde no tenían muchas más opciones que la prostitución o el espectáculo.

Lo que fue de aquellas mujeres de Lorena, René, Natza, Eva, Tamara y Josette, quiso contarlo la periodista Valeria Vegas en un libro en el que los hobbies se han inspirado para uno de sus próximos trabajos. Después de honrar la memoria de Cristina Ortiz, en la exitosísima serie Veneno, los creadores han decidido recuperar también las vidas de las seis mujeres trans del documental en otra ficción para televisión, Vestidas de azul.

Pues Vestidas de azul coge como referencia el documental del ochenta y tres de Jiménez Rico, Vestidas de azul, y el libro de de ensayo de de de Valeria Vegas, y lo convierte en una serie de ficción. Lo bonito de esta serie es que, igual que Veneno, coge a unos personajes que en su día se les prometió la fama y se les prometió el éxito como las protagonistas de del documental de Vestida de Azul, que fueron al festival de San Sebastián a estrenarlo y y que, bueno, sus vidas iban a cambiar y que como Cristina, pues luego las promesas se quedaron en nada. Entonces, lo que queremos hacer con vestidas de azul es coger a esas figuras que se quedaron en el olvido, a esas pioneras que lucharon mucho y que dieron mucha visibilidad, y y darles el lugar que se merecen en una ficción mainstream que las que las eleve.

Uno de los momentos más icónicos de Veneno tenía lugar en el penúltimo episodio, durante la presentación del libro de Valeria Vegas. Cristina escucha la versión de Always on My Mind de The pecho voice en la discoteca y sale a bailar, mientras vemos a todos los actores y actrices que la han interpretado.

Era muy importante contar con esta canción y no otra para la escena, ya que era la favorita de Cristina Ortiz, pero ¿es fácil conseguir los derechos de un tema tan mítico para una serie?

Nos responde Marta Tarion, responsable de socios de SGAE Audiovisual.

La dificultad para conseguir los derechos de un tema tan mítico, como puede ser All Was on my mind, de Pets of Voice, depende de muchos factores. El proceso habitual que se suele seguir es el siguiente, las productoras de obras audiovisuales se dirigen a SAE para pedir autorización para sincronizar la obra musical en un audiovisual. Se entiende por sincronización la reproducción de una obra musical en una obra audiovisual. Si la pieza musical forma parte del repertorio de las GAE, entonces nosotros contactamos con el titular de los derechos, el autor o el editor, para que autorice o no esa sincronización. En el caso de que la autorice, pues entonces les pedimos que nos detallen las condiciones económicas y después esta información se la trasladamos a las productoras.

Cuando ya se trata de obras que están editadas, se les facilita el contacto de la editorial para esa obra. Los precios los fijan las propias editoriales. En el caso del popular tema de Pessoft Boys, la obra está editada por dos editoriales, Pear Music y Sony, por lo que habría que contactar con ellos y consultarles las cantidades que solicitan. Los importes dependen de muchas variables, la relevancia de la obra, la duración, el formato de la obra audiovisual, si es documental, un largo, un corto, y su ubicación en la obra. Si, por ejemplo, la canción secuencia.

Veneno supuso una primera oportunidad para muchas actrices trans que demostraron su valía, entre ellas, Isabel Torres, quien no pudo continuar la que podría haber sido una brillantísima carrera. El prejuicio de la profesión le cerró las puertas antes de veneno y después, desafortunadamente, una enfermedad acabó con su vida.

Nos queda disfrutar de su encarnación de Cristina Ortiz y soñar con lo que pudo ser. Con su recuerdo y sus palabras extraídas de una mundo vea, que todo el mundo

sienta y que todo el mundo, todo el mundo vea, que todo el mundo sienta y que todo el mundo sepa que nosotros estamos aquí, nos vamos a quedar y que esto no va a cambiar, ¿entiendes? Porque por muchos partidos políticos que haya que quiera que retrocedamos en el tiempo, esto no va a cambiar, esto tiene que ir para andar.

Has escuchado Amanecer que no es podcast, un proyecto sonoro de fotogramas en colaboración con fundaciones GAE. Conducción, Julieta Martialai y Juan Silvestre. Guion y producción, Antonio Rivera y Álvaro Nieva. Diseño sonoro, Antonio Rivera. Agradecimiento especial, Flicsolet.

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