A los 40 años, tras el fiasco de Gallípoli (1915), Churchill sufrió una profunda tristeza -lo que él llamaba su ‘perro negro’- y descubrió un nuevo camino en la pintura. Invitado por su cuñada, comenzó con acuarela y óleo, plasmando paisajes de Francia, Marruecos y Chartwell. Más de 500 cuadros dan fe de esa oculta pasión, utilizada no solo tras derrotas, sino también tras su caída en 1945. Pintar ofreció calma, enfoque y una vía de resiliencia frente a la adversidad personal a una de las personalidades más indómitas del s. XX.
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Publicado: 25 septiembre 2025