Imagina comprar la “nuda propiedad” de un piso cuyo usufructuario es una mujer de 90 años que sigue viviendo allí. Tú pagas una suma por ser propietario, pero no puedes usar ni alquilar nunca (o hasta su fallecimiento). Si ella vive muchos años más, esa inversión puede tardar décadas en convertirse en algo rentable —y conlleva riesgos como reformas, impuestos o disputas legales. Aunque muchos ven la nuda propiedad como “invertir barato”, se convierte en una apuesta de paciencia extrema, especialmente si el usufructuario supera con creces lo que se esperaba.
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Publicado: 3 diciembre 2025