A comienzos del siglo XX, Suiza se convirtió en epicentro de un tráfico insólito: el de sacarina. Mientras países como Alemania o Austria la prohibían o grababan fuertemente, desde suelo suizo salían toneladas del endulzante por rutas clandestinas. Algunos traficantes la escondían en velas, tinta o productos religiosos. El negocio fue tan rentable que transformó pueblos enteros y atrajo a redes organizadas, convirtiendo un polvo blanco y dulce en objeto de deseo, control y persecución internacional.
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Publicado: 20 noviembre 2025