Investigar un asesinato terrorista cuando han pasado más de dos décadas no es fácil, ni mucho menos. Los testigos desaparecen e incluso mueren. Los documentos se estropean, se pierden o son destruidos. Las pruebas se desvanecen. Sin embargo, en ocasiones, una llamada puede cambiarlo todo.
Créditos y agradecimientos:
Música del episodio:
- Melancholic Piano, de Plaincask.
- Pablo´s Theme, de David Burnett.
- La búsqueda, de David Burnett
- Realness de Kay Engel.
Archivo Sonoro:
- Citas de programas Más de uno (OndaCero), La tarde (COPE) y Más vale tarde (laSexta).
Las Tres Muertes de mi Padre es una producción independiente de CUONDA.
- Producción: Ana Ormaechea, Ángel Jiménez de Luis, Pablo Juanarena, Luis Quevedo y Pablo Romero.
- Montaje y postproducción: Pablo Juanarena.
- Diseño: Salugral Adriana, David Domínguez, Juan Peces.
- Guión: Pablo Romero.
- Dirección: Pablo Romero.
Estudio de sonido: Robinaudio.
Voces y grabación: Miguel Ángel Pérez.
Voz adicional: Fernando Herrán.
Transcripción
El Comando Madrid de ETA mató a mi padre en un atentado en 1993. Durante 20 años no hice nada por saber la verdad. Ahora, y después de una larguísima investigación, sé que hay mucho más de lo que me contaron. La presenta Las tres muertes de mi padre.
Capítulo 3. Una testigo sin nombre. Investigar un asesinato terrorista cuando han pasado más de dos décadas no es fácil ni mucho menos. Los testigos desaparecen e incluso mueren. Los documentos se estropean, se pierden o son destruidos. Las pruebas se desvanecen. Sin embargo, en ocasiones una llamada puede cambiarlo todo. Después de publicar la primera parte de la historia sobre la investigación del asesinato de mi padre, pues me quedé hecho polvo.
Perdí 22 kilos en dos meses. Vomitaba sin parar, tenía calambres. Perdí la memoria, la capacidad de leer y de escribir. Estaba desesperado. Me puse en manos de médicos, psiquiatras, psicólogos. Iba a reuniones en hospitales, tomaba un montón de pastillas. Después de unos meses de baja médica, me desvinculé del español.
Muy poca gente lo sabía entonces. Creo que ni siquiera mi abogado lo sospechaba porque no se lo dije. Pero en los textos de la serie que había publicado en el español había metido unos cuantos mensajes ocultos. Porque la idea era que determinadas personas se pusieran en contacto conmigo y no yo con ellas. Vamos, como si fuera una película de 007.
De locos. Entonces me puse a mover la historia por varios medios. Fui a radios, a televisiones. Necesitaba que el mensaje llegase a quien tenía que llegar. Que podía ser un testigo nuevo, quizá un político, otro policía. Pero la verdad es que estaba agotado física y mentalmente. Al límite de mis fuerzas. Pablo, un fuerte abrazo.
Muchas gracias, compañero. Muchas gracias por tenerme aquí. Algunos me preguntaron por qué publicé la historia en ese momento, cuando no estaba cerrada del todo. Sólo tenía pruebas contra la García Corporales, que había sido uno de los miembros del comando que mató a mi padre.
Sí, él resultó investigado, pero claro, ¿hasta cuándo? Una de las razones que me impulsaron a publicar fue intentar proteger a quienes me estaban ayudando entre bambalinas. Porque si sacaba las crónicas, cualquier intento por parte de la justicia o por parte de la policía, por saber de dónde sacaba las informaciones, iba a chocar contra el muro del derecho al secreto de fuentes. Pero estaba muy, muy cansado.
Y, de repente, sucedió el milagro. Un policía retirado me llamó en noviembre de 2016. La fecha de autos era de la Brigada Provincial de Información de Madrid. Pues como era habitual en cada atentado que ocurría en la época en que yo sentaba a la jefa de grupo, pues era acudir al lugar de los hechos.
Una vez que me era notificada por la inspección de guardia de la brigada, me personaba en el lugar de los hechos y coordinaba las labores de investigación propias, coordinando la actividad del Texas, en el sentido de que ustedes procedían, por su parte, a la recogida de vestigios y muestras que eran propios de su cometido, así como identificación de, si el atentado se producía mediante deflagración de coche bomba, pues la identificación del vehículo, coordinar la labor de los miembros
del grupo que se personaba en el lugar para evaluar, o sea, bueno, identificar los inmuebles y vehículos afectados, tomar reseña y nota de evacuación delidos a los centros hospitalarios en los que hubieran sido, si se tenían conocimiento, si no después ordenar que hacen un recorrido de los mismos y, de alguna forma, tomar nota para las notas precisas y necesarias para la redacción del atestado correspondiente.
Este tipo había sido uno de los primeros en llegar al lugar del atentado en el 93. Me llamaba desde fuera de Madrid. Hablaba muy despacito, parecía nervioso. Me dijo que había sido uno de los primeros en llegar al lugar del atentado, el 21 de junio del 93.
Me dio su nombre y apellidos. Joder, hasta me dio su número de placa. Había leído mis crónicas y me contó una historia increíble. Una ciudadana había localizado a dos terroristas del Comando Madrid a principios del 93. Les había perseguido por el Paseo de la Castellana y había anotado el modelo, color y matrícula del coche en el que se había montado, que era un Ford Fiesta rojo con la matrícula de Madrid 0050IX.
Es decir, el mismo coche que estalló en segundo lugar el día que mataron a mi padre. Pero es que su testimonio iba más allá, porque identificaba, y aquí abro comillas fehacientemente, a María Soledad y Parra Aguirre, alias Amboto, y a Jesús García Corporales. Tenía que hablar con él cara a cara, así que reservé el coche de hotel y me fui zumbando a verle. Él quedó en recogerme a la puerta de mi hotel a primera hora de la mañana, vino en
un Mercedes enorme, plateado. Me monté en el coche y comenzó un viaje surrealista por todo el norte de la provincia que duró toda la mañana. Durante el viaje, este policía retirado hablaba de su vida y yo escuchaba. Poco después fuimos por una carretera muy estrecha hasta un antiguo crucero encima de un monte verde.
Menudas vistas. Aparcó justo enfrente de la cruz, mientras empezaba a llover. Las preguntas se me amontonaban, así que puse en marcha la grabadora y aquí el hombre comenzó a hablar. ¿Cómo se identifica esa matrícula? ¿Cómo llega esa matrícula a nuestro conocimiento? Unos meses antes, creo recordar que a través de una comunicación de la comisaría del distrito de Tetuán, nos comunican que había una señorita que, o bien ese día o el día
anterior, pues que estaba efectuando unas compras en el Corte Inglés de Castellana, concretamente en la sección del supermercado, y ve a una pareja comprando quesos. Y reconoce, creo recordar, bueno, concretamente y fehacientemente reconoce a una mujer, a María Soledad Ziparragui Renechea, alias Amboto.
Y al acompañante, ahora mismo, pues por el tiempo transcurrido no me atrevo a decir si podría ser su, tantas veces mentado, el compañero sentimental Cantauri, o bien señora Gitanilla García Corporales. Ella, digamos que sigilosamente, pues lo sigue. Ellos cruzan la Castellana, se meten en el restaurante José Luis, no sé si consumen algo o no consumen nada, si van a una cabina telefónica, hacen uso de la cabina telefónica, vuelven a salir al exterior y unos metros más adelante se vuelven a montar en un coche
que tenían allí estacionado. Un forfista de color rojo, que ahora yo la matrícula no me acuerdo. Al día siguiente, si no fue ese día, yo sé que se personaron en la brigada última hora de la tarde, son las 20 horas, podría ser, ya no me atrevo a decir porque estamos hablando de hace 20 años, más 22 años, 23 años, pero bueno, que se personan con su madre y, o sea, juraría que se les toma declaración.
Así que teníamos el segundo coche del atentado circulando por Madrid con dos setarras a bordo unos meses antes. Y uno de los ocupantes era la sanguinaria Amboto, la histórica de ETA. El otro, García Corporales, alias el Gitanillo, a quien teníamos ya imputado. Por cierto, con él había hablado en la cárcel de Vitoria meses antes sin tener ni idea de su implicación en el atentado.
La declaración de esta joven testigo desató una intensa búsqueda del vehículo por la capital en los primeros meses del 93. Nos echábamos la brigada completa a la calle, todos los distintos grupos, pues hacer recorridos en peinado de Madrid en busca del coche. Como todo el mundo ha sabido, ya es obvio, no solían dejar los coches en la calle.
Ellos tenían sus lugares para ocultar el vehículo, independientemente de que podían disponer, a lo mejor, de varios juegos de matrícula y que a lo mejor no correspondía con la matrícula de la señorita, o sea, que nos había facilitado la señorita esta. Pero está claro que, bueno, que el coche se estuvo buscando y el coche no se encontró. Cuando estábamos en el lugar del atentado, pues se produce una...
percibimos una explosión, una detonación muy próxima. Imagino que por vía radio, radio teléfono o vía de comunicación a la emisora central de la Jefatura Superior, pues llegan a nuestro conocimiento que había desflagrado algún artefacto, o sea, un coche que estaba deteriorado, un Ford Fiesta, con la matrícula correspondía claramente al coche que nos había facilitado la señorita. Y es más, nos dijeron y una de las ocupantes va herida, entonces pues pensábamos que podía
ser a un botón. Y no era él, sino que era una persona que circulaba por el lugar y que fue alcanzada por la deflagración del coche, que era una trasería que pasaba por allí. Y que bueno, como tantas veces ocurre por desgracia, pues la parte de las víctimas objetivo, pues por efectos de las deflagraciones estas, pues podía resultar en otras personas heridas o perjudicadas, que era el caso de esa señora en ese momento.
Y bueno, pues seguimos ahí pitando, y efectivamente, vimos el coche. Viste la matrícula. La matrícula y dije, joder, el coche de la niña esta. ¿Quién era esa chica? El inspector no lo recordaba. Pero su nombre tenía que estar a la fuerza en algún documento de la época en la que ya declaró en comisaría. Lógico, ¿no? La verdad es que no puedo, me puedo maliciar, no sé lo que pudo pasar con la declaración de la señorita. O bien si se remitió a la Audiencia Nacional o al juzgado, que estuviese de guardia en algún momento, no lo sé.
Y yo seguí insistiendo mientras la lluvia golpeaba el techo del Mercedes. ¿Dónde estaba esa declaración? ¿Hay algún archivo en la brigada provincial o en la central? Cuando ocurre un atentado por razones de funcionalidad y operatividad de los grupos, cada grupo instruye, o sea, redactaba, destruía, vamos, destruía sus propias diligencias.
De las cuales, original, como eso dice, se remitía a la Audiencia, al juzgado de guardia de la Audiencia Nacional. Creo recordar que otra, una copia iba a la Fiscalía de la Audiencia, otra copia al archivo central, otra copia a la Comisaría General de Información, otra copia al archivo de la brigada y otra copia al archivo del grupo. ¿Cómo son esos papeles? ¿Qué descripción física tenían esos documentos que estaban en el archivo del que fue su grupo?
Y lo más importante, ¿dónde estaban? El inspector jubilado me contó cómo él mismo había protegido en su día los legajos del archivo de su grupo que se estaban pudriendo. A título personal y particular, pues compré unos rollos de forros de plástico e hice legajos nuevos y los forré con ese plástico adhesivo que es como los forros que se utilizan para el forro de los libros de los niños. De tal forma que quedaban los legajos más protegidos, más fortalecidos.
Eran de un color verde pasto, en el lomo iba una tira identificativa que ponía ETA y después el número del legajo. Por lo menos el número del legajo. Sobre el año 99 o quizás 2000, llegó un comisario a hacerse cargo de aquella brigada y como que ETA estaba siendo buena, pues optó por el archivo del grupo a mandarlo al sótano del edificio donde estaba la brigada y allí se fueron los legajos verdes,
por lo menos la mayoría de ellos, tengo entendido, y allí duermen en ese sótano. A esas alturas no me quedaba más remedio que preguntarle al inspector, sí sobre el terreno, frente a los restos en llamas del atentado, ¿todo el grupo, todo su grupo, cae en la cuenta de que el segundo coche de ese mismo atentado es el mismo que estaban buscando durante un importante lapso de tiempo? ¿Por qué no llamaron otra vez a la joven?
¿Por qué no llamaron a ese testigo que había localizado el vehículo e identificado a sus ocupantes? Hombre, la sorpresa, entre comillas, una vez que dicen que es el coche de la niña, volver a incidir en el tema del coche, la niña no nos iba a aportar nada más, estoy hablando de una señorita, no iba a aportar ningún dato más, que el coche que había explotado era el mismo coche que ya había visto.
Y sin embargo, aquella niña, como la llamaba él, había realizado una identificación fehaciente de los terroristas del Comando Madrid y casi con seguridad eran los mismos autores materiales de la masacre de López de Hoyos. Casi nada. El inspector se sentía cada vez más intimidado por mi insistencia. La verdad que me has hecho una pregunta defiscada. No, no, no, pero vamos, que ahora mismo no recuerdo.
Yo hasta casi me atrevería a decir que no se me volvió a tomar de clase. Bueno, la señorita, toda vez que... Efectivamente, no se le volvió a tomar declaración porque de otro modo tendría que aparecer en el sumario. Y ahí no hay nada de esto. Coño, es que se pudo haber identificado a los terroristas el mismo día que mataron a mi padre. Y toda esta historia se hubiese cerrado entonces. Uno de los atestados se hace responsable de ser un instructor bajo, digamos, indicaciones del comisario.
Siempre era el comisario el que decidía y el que, de alguna forma, asignaba el número en eso. Y las diligencias, pues se le pasaba a la firma a él porque tenía que firmar la primera y se quedaba con una copia. Pues que aquello no se mandó a la audiencia. Si no se mandó a la audiencia, cosa que me extraña, pues no lo sé. Hay unas diligencias iniciales de los 3, 4, 5 meses antes, cuando la señorita está en Los Bellos, José Luis y el cortinismo.
Pues a lo mejor estaba guardado en un cajón y dice, bueno, que quede aquí esto porque de momento, tal, ahora, en el momento que sale, se dice, bueno, pues esta señorita vio a esta terrorista o a estos terroristas y dice que son. Uno de los coches, claro, claro, que es de los coches. Terminamos de conversar y arrancó el Mercedes, nos fuimos por otro camino, íbamos muy, muy callados. Volvimos a la ciudad, me dejó en el hotel.
Nos despedimos con un abrazo. Yo le pedí que declarase ante la audiencia nacional y le dije que podía hacerlo por escrito. Él aceptó. Y mientras volví a Madrid en tren, me pregunté, ¿cuál sería la reacción del juez ante semejante giro?