Nadie es perfecto, todo el mundo comete errores. Esos errores hay que reconocerlos para mitigar el daño causado a las víctimas, que buscan el consuelo de saber qué les pasó realmente a sus seres queridos. Pero, sobre todo, para que no vuelvan a cometerse.
Música del episodio:
-Melancholic Piano, de Plaincask
-La búsqueda, de David Burnett
-Cold War Echo, de Kai Engel (CC by 4.0)
-Pablo's Theme, de David Burnett
-Realness, de Kai Engel (CC by 4.0)
Las Tres Muertes de mi Padre es una producción independiente de CUONDA.
- Producción: Ana Ormaechea, Ángel Jiménez de Luis, Pablo Juanarena, Luis Quevedo y Pablo Romero.
- Montaje y postproducción: Pablo Juanarena.
- Diseño web: Salugral Adriana, David Domínguez, Juan Peces.
- Guión: Pablo Romero.
- Dirección: Pablo Romero.
Estudio de sonido: Robinaudio.
Voces y grabación: Miguel Ángel Pérez.
Voz adicional: Fernando Herrán.
Transcripción
El Comando Madrid de ETA mató a mi padre en un atentado en 1993. Durante 20 años no hice nada por saber la verdad. Ahora, y después de una larguísima investigación, sé que hay mucho más de lo que me contaron. WONDA PRESENTA LAS TRES MUERTES DE MI PADRE CAPÍTULO 4 PAPELES, ERRORES Y CHAPUZAS Nadie es perfecto. Todo el mundo comete errores. Esos errores hay que reconocerlos para mitigar el daño causado a las víctimas
que buscan el consuelo de saber qué les pasó realmente a sus seres queridos. Pero sobre todo, para que esos errores no vuelvan a cometerse. Mi amigo, uno de los primeros policías que llegaron al atentado, le dijo al juez prácticamente lo mismo que yo. Me había contado en su coche en medio de un monte. Hubo un atestigo que vio a miembros del comando Madrid ETA en el mismo coche que explotó en el atentado que mató a mi padre y a sus seis compañeros.
Declaró por escrito, también lo hizo por videoconferencia, y a pesar de su estado de salud, que era bastante delicado, se ve que era imprescindible su declaración frente al juez. Este, por cierto, estuvo implacable con él. A pesar del testimonio de este policía, que estuvo presente en el atentado y que tiene la obligación de decir verdad ante el juez, y a pesar de otro testimonio policial en el juzgado,
y a pesar de los informes presentados antes durante meses, necesitábamos pistas documentales, otra vez, como siempre. Y aunque parezca increíble, esas pruebas documentales me vinieron caídas del cielo. Bueno, más bien, caídas en el cielo. Bueno, más bien, caídas en el buzón de mi casa, dentro de un sobreanónimo. Fue en diciembre de 2017. Alguien me había dejado un extensísimo documento policial de carácter interno
en el que se describía con todo detalle la existencia de una testigo. Cómo había identificado esta testigo a dos setarras a bordo de uno de los coches que estallaron en el 93. Yo no me lo podía creer. Enseguida llevé esos papeles al juzgado. Y el juez, naturalmente, los envió a comisaría para acotejarlos y contrastar su autenticidad. La respuesta, casi dos meses más tarde, era inequívoca. Ese documento era real.
El contenido coincidía casi al pie de la letra con una recomendación de recompensa a los agentes que en el 94 detuvieron precisamente a Jesús García Corporales, el gitanillo. Nuestro único imputado. Toma carambola. Resulta que sí había documentación. Entonces, ¿por qué la policía no entregó esos papeles cuando hemos estado pidiendo todos los informes, todos los documentos y regajos que afectan a este caso durante años?
Me temo que nunca lo sabremos. ¿Cuánta documentación queda por aparecer? ¿Queda algo más? ¿Quién fue el valiente que me hizo llegar esos papeles de esa forma tan peliculera? Preguntas y más preguntas. Florencio Domínguez es quizá la persona pública que más sabe de ETA. Fundador de Vasco Press, es una base de datos andante. Ahora dirige el Centro para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo en Vitoria
y me contó algo que me puso los pelos de punta. Por desgracia, mucha documentación relacionada con ETA ha sido destruida. No por ningún motivo especial, sino simplemente por cuestiones burocráticas, de necesidades de espacio, procedimientos judiciales que ya estaban agotados y por tanto esa documentación no tenía más utilidad. En muchos casos ha sido destruida, eso lo hemos visto. Cuando las autoridades francesas han entregado,
en un gesto que no tiene precedentes, toda la documentación intervenida a ETA desde el año 99 hasta ahora, es que no han entregado de antes porque eso ya había sido destruido. Es decir, eso ya no se conservaba en sus archivos. Probablemente porque en determinadas instituciones ha faltado una visión de cierta perspectiva histórica. Es decir, que la documentación no es sólo para instruir una causa judicial,
que para eso sí se ha hecho, sino que es para más, que es para reconstruir la historia de un fenómeno terrorista como el que hemos tenido en España. Y lamentablemente por cuestiones como necesidades de espacio, esos papeles ya no tienen ninguna utilidad. En otro momento quizás mucha documentación no fue conservada porque no se tenía conciencia de que tuviera una utilidad inmediata en la investigación policial.
Ya me he llevado de alguna comisaría francesa cajas de documentos porque les pillé que las iban a tirar a la basura. Entonces dije, pues me las llevo yo. Me dejaron llevármelas, pero las tenían en una caja en el suelo para tirar a la basura. ¿Y qué vais a hacer con eso? No, tirarla. Yo la tiro, no te preocupes. Y me las pude traer gracias. Y también durante un periodo largo la investigación policial y judicial
iba encaminada a buscar y detener a los que estaban cometiendo atentados. Y si una documentación aparentemente no tenía un dato operativo que sirviese para identificar a una persona, para localizar a un coche, para ubicar un zulo, pues eso no servía para esa investigación que se estaba haciendo. ¿Por qué? Pues por el contexto de la época. Porque había una campaña terrorista muy dura y las fuerzas de seguridad iban a remolque
porque no tenían ni los recursos humanos ni los medios materiales para combatirlo. Entonces iban a lo urgente. Y si este papel ofrece un dato para identificar a un sospechoso, sirve. Si no tiene ese dato, pues no me sirve. Y aunque a lo mejor ese mismo papel años más tarde hubiera podido contribuir a algo, pero como en aquel preciso momento en que la urgencia era pararle los pies a una organización terrorista que estaba haciendo estragos con una campaña muy dura
y no tenía esa utilidad, pues no se conservaba. Yo he llegado a escuchar a algún director general de alguna institución pública decirme de muy malas formas que dejase de investigar porque le corresponde a la policía, cuando ellos no han hecho nada de lo que yo he hecho. También me he enterado de que algunos compañeros periodistas han criticado mi investigación e incluso la han llegado a tachar de ataque a las instituciones con tono horrorizado.
Sé que he tenido las comunicaciones intervenidas, por esa razón quedo con mis fuentes a través de móviles prepago. Jamás se da un dato por teléfono. Todas las conversaciones relevantes han sido cara a cara, sin intermediarios. Y todo solamente porque quiero saber todo lo posible sobre el asesinato de mi padre, como si tuviese que dar más explicaciones. Investigar esto me ha supuesto un enorme esfuerzo.
Han sido cinco años en los que mi salud se ha visto resentida, mi pareja está en peligro, ha supuesto un esfuerzo económico importantísimo y todo este proceso me ha dejado tocado, muy tocado. Pero más que el hecho de identificar a los presuntos asesinos de mi padre, con todo un arsenal de pruebas encima de la mesa, quizá lo que más me ha afectado es dejar de creer en un sistema que entierra sus errores,
aunque eso suponga que los demás tengamos que cargar con las consecuencias. Ser víctima y enfrentarse a una investigación así, pues es complicado. Mi compañero Florencio Domínguez, con tantas décadas de trayectoria como periodista de terrorismo, me lo contaba así. Las víctimas individualmente no tienen acceso a sus fondos documentales, no tienen la capacidad de análisis de información ni de integración de datos que tienen los servicios antiterroristas.
Es una cuesta arriba muy penosa para realizar ese trabajo. Eso normalmente es cuestión de equipos, y una víctima con acceso limitado a un número escaso de documentos tiene muy difícil atar los cabos necesarios que constituye toda investigación hasta llegar a una conclusión de identificación de un sospechoso, de esclarecimiento de una situación. Es un trabajo improbo y muy difícil para un particular por su cuenta.
Mientras tanto, el paso del tiempo nos sigue alejando de esas pistas documentales y de algunos testimonios de los protagonistas de esta historia, de los que estuvieron ahí, en el lugar y en el momento justo. Es muy duro constatar que algunos de ellos se han muerto. Es muy duro escuchar de labios de un responsable policial que muchos legajos y documentos que explican una parte importante de la historia de este país
languidecen en sótanos comidos por las ratas. La expresión es literal. Estábamos tomando un café y es una lástima que no tuviese la grabadora encendida en ese momento. Puede haber pasado lo que decíamos antes, que sin ningún motivo trascendente, sino por pura mecánica de gestión de espacios, en un determinado momento se eliminen documentos que se consideran antiguos, que ya no van a tener ninguna utilidad y porque hacen falta unos metros más de estantería.
Eso ha pasado. Eso ha pasado y yo creo que no solo en Francia, sino también en España. Yo hasta finales de los 80, digamos que también he vivido algún episodio en dependencias policiales españolas similares a ese que te contaba de la caja de papeles que van a tirar a la basura en la comisaría francesa. También he vivido una cosa parecida en dependencias policiales españolas a finales de los 80. Probablemente eso empiece a cambiar ya a partir de los 90.
En este momento de tristeza tan honda, mis primeras palabras son para las víctimas de estos incalificables atentados. Ha sido un día duro, muy duro, porque dos ciudadanos han podido perder la vida, han sentido que se aleja la posibilidad de vivir en paz y en libertad. Quiero que mis primeras palabras sean de duelo, de recuerdo y de solidaridad para las víctimas de este atentado. Durante 25 años me he hecho insensible a las palabras de apoyo y aliento hacia las víctimas del terrorismo.
Me suenan huecas, vacías, falsas. A mí lo único que me importan son los hechos. Podrán llenar Madrid de placas de mármol como si fuera un cementerio con lápidas conmemorativas, pero lo que realmente cura la herida es la verdad, y no hay versiones de la verdad. Solo hay una. Y si hubo errores, hay que reconocerlos, de la misma forma que se premian los aciertos. Esto es lo que me dijo Rafael Vera, el máximo responsable de la lucha antiterrorista en la época en la que mataron a mi padre y a muchos otros más.
Yo me siento responsable políticamente de todas las víctimas. Lo he vivido así. A mí me ha dolido todas las víctimas. Yo he ido a muchos más entierros que tú, a muchos. Y he visto a los familiares. No, no, estoy hablando de fuerzas de seguridad del Estado, de guardias civiles y de policías. Me ha dolido. Me ha dolido. ¿Cuál es la responsabilidad? Es porque he fracasado. No he sabido proteger a esas personas.
¿Te parece poca responsabilidad política a estas alturas vivirlo así? Yo lo he sentido así, y soy un político. Lo he sentido como lo he sentido. Así. Yo he tenido dos muertos cercanos. Mi hijo y mi nieto, hace cuatro años. Y sé lo que es una persona tuya a tu lado que se muere. No ha sido por un atentado terrorista. Ha sido por un tumor.
Es igual. Se ha muerto. Lo he sentido igual, Pablo. Igual. Yo sentía, yo cuando había muertos, me daba vergüenza salir a la calle. No iba. A los fines de semana no salía. Ni me iba a restaurantes, ni me iba de veraneo. Nada. Porque yo sentía, mucho sentía, la gente que estaban matando y que yo y la gente que estaba debajo de mí, y mi responsabilidad política era esa, evitar esa muerte. No podía evitarla. ¿Puedes entender que yo quiera saber exactamente lo que pasó en la muerte de mi padre?
En el asesinato de mi padre. Que si puedo. Entender por qué. Quiero saber todos los factores. Sí, hombre, cómo no puedo. No voy a poder entenderlo. Lo entiendo por tu doble condición, de hijo y de informador. De las dos cosas. Que tienen mucho que ver las dos cosas. Puedo entenderlo. Pero no te puedo ayudar en ese caso concreto que me dices. Ni de lo de Aldana Barrena, ni de lo de García Gómez. Porque no lo sé.
Si lo supiese, te daría toda la información. Ahora, sí que sé que no ha habido interferencia. Ni siquiera con operaciones como la de Azcoite, que es la que mencionas ahí como una posible. Nunca, Pablo. Mi palabra de honor. De hombre, no de político. De honor. Nunca. La verdad es jodida. Duele casi siempre. Sobre todo si resulta que la verdad destapa errores, chapuzas, apatías. El silencio parece ser el camino más corto para blanquear la historia.
Para matar cualquier sentido crítico. Para que el olvido se instale en nuestras cabezas. Nadie se acuerda de nada. Los papeles no aparecen. Los errores, en algunos casos, son tan increíbles como este que me contó Florencia Domínguez. En toda actividad humana, y la investigación policial, y la instrucción judicial lo es, son posibles los errores. Y hay errores. Yo he visto un autojudicial en el que se archivaba la muerte,
del asesinato, de un policía que estaba desactivando una bomba porque no se consideraba que fuese un delito. No era la Audiencia Nacional. Pero un juzgado local archivó la muerte de un funcionario policial que estaba desactivando una bomba y que le estalló porque no consideró que aquello fuese delito. Hay negligencias graves en ocasiones que frustran una investigación. Como dice Domínguez, errar es humano.
Pero quizá ahora lo más importante es reconocer esos errores y arreglarlos. Para reconocer que ha habido errores se tiene que ser consciente primero de que los ha habido. Y a veces eso no es fácil porque los errores pueden ser personales o de un grupo reducido de personas. Y son esas personas las que evitan que colectivamente se tenga conocimiento de ese fallo. Entonces es muy difícil hacer un reconocimiento de errores
cuando no se tiene conciencia de que se ha cometido ese error. El objetivo final en las investigaciones antiterroristas tiene que ser conseguir justicia. Y si se han cometido errores a veces es posible subsanarlos. Y los errores suelen ser personales normalmente, pero no deben compartirse en institucionales. Que si ha habido errores es posible que eso se pueda reconducir. A lo mejor se ha prescrito la causa pues ya no hay nada que hacer.
No hay que asumir que en algún momento hubo un error, por lo que fuese. Se pudo cometer un error, eso es inevitable. Y ha quedado una cosa en la que no se ha conseguido el objetivo final de la justicia. Que el culpable lo pague y que el perjudicado tenga el resarcimiento moral y legal que le corresponde. Todo además por una razón muy sencilla, porque es memoria histórica, memoria colectiva. Es nuestra historia, es la historia de todos.
Cuando hablamos de terrorismo, solo de ETA, llevamos 50 años desde el primer asesinato. Si eso no es historia, es historia reciente, es la historia de nuestros días, pero es historia. Y además es una historia dura y dolorosa. Claro que es memoria histórica. En la lucha contra ETA no hay solo buenos y malos. Hay una infinidad de matices. Yo siempre he dicho que los malos son unos malditos y los buenos pues igual no lo son tanto.
No todo ha sido negativo. Desde el principio cuando empecé a investigar he recibido ayuda de un número de personas extrañas. Quizá porque he ido publicando los resultados, no lo sé. Algunos son claramente polis. Otros son expertos en lucha antiterrorista. Otros funcionarios de justicia. Ha habido alguna que otra cara conocida. Unos son un poco frikis. Otros han demostrado una lealtad a prueba de bombas.
Literalmente. He recibido dosieres anónimos con documentos importantes en el buzón de mi casa. He logrado que algunos de los protagonistas de esta historia declaren como testigos. Me ha arruinado. Y por supuesto he contado siempre con el apoyo de mi madre. Lo que te tengo que decir a ti Pablo, lo que te tengo que decir a ti y no me canso de decirte que has trabajado mucho estos años, que te has dejado la piel, te has dejado el alma, te has dejado el tiempo, el dinero, la vida
por descubrir cosas que necesitabas descubrirlas acerca de lo que ocurrió a tu padre. Eso a mí me ha llenado de orgullo. De orgullo total. Y eso hay que valorarlo muchísimo porque claro, psicológicamente también te ha tocado. Y eso es muy fuerte. Y todo esto ha servido para algo. Es decir, he sido capaz de salvar a mi padre de su tercera muerte.