El blanqueador 'don Carlos': de ETA a las flores con coca

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El asturiano Carlos Florentino Fernández García, natural de Avilés, se quedó con el café a medio tomar cuando el pasado 8 de marzo los efectivos policiales del Grupo de Respuesta Especial contra el Crimen Organizado (GRECO) de la Costa del Sol se plantaron en su mesa y lo detuvieron. En el momento de su arresto, don Carlos departía con un socio en una glamurosa cafetería de Marbella (Málaga) mientras a 187 kilómetros de distancia de allí, en un polígono industrial a las afueras de Sevilla, sus chicos mostraban 60 kilos de cocaína a los compradores de la mercancía.

Él supervisaba la operación desde la lejanía. Pensaba que todo iba bien y que, una vez la mercancía llegara a Marbella, la transacción se llevaría a cabo sin contratiempos. La droga procedía de Colombia, donde don Carlos, de 76 años, vivió durante décadas a caballo con Venezuela, y donde sigue teniendo fama de buen gestor entre sus principales cárteles.

No en vano, se piensa que lleva 30 años blanqueándoles en Europa parte de sus inmensas ganancias. Ese envío de 60 kilos se había producido gracias a la confianza que todavía le guardan los suministradores de perico al otro lado del Atlántico.

La coca había llegado en febrero al aeropuerto de Barajas oculta en cajas de flores en un vuelo directo que partió desde Bogotá. «Os estáis confundiendo. Yo no toco nada de eso, conozco del tema, pero nada más», les soltó a los investigadores que lo habían atrapado tras 18 meses de pesquisas y seguimientos.

Y tanto que sabía. En julio de 1996 fue detenido durante la operación Papagayo. Era la primera vez que se incautaban 12 toneladas de marihuana en España procedentes de Colombia. La droga iba oculta en un contenedor que llegó al puerto de Barcelona.

Uno de los arrestados en aquel golpe policial fue don Carlos, que también había participado en el secuestro de las mujeres de dos jefes de una banda rival por un impago. Se le acusó de narcotráfico, blanqueo de dinero y secuestro.

Dos años después, en julio de 1998, la Audiencia Provincial de Madrid lo condenó a 24 años de prisión, de los que cumplió menos de 20. Su puesta a disposición judicial propició que el narco colaborase con la justicia española. Le contó al por entonces magistrado de la Audiencia Nacional, entre otros detalles, que los traficantes colombianos habían financiado con millones de dólares parte de la campaña electoral que llevó al candidato Daniel Samper a la presidencia de Colombia, en 1994.

DINERO PARA UN PRESIDENTE Y EL GIMNASIO ABASCAL

Aquellas palabras de don Carlos contenían veracidad. El 22 de julio de aquel año, el por entonces presidente colombiano, que acababa de perder la reelección y se encontraba a dos semanas de entregar el poder a su sucesor, Andrés Pastrana, admitió que la mafia del narcotráfico había financiado su campaña cuatro años atrás.

El mandatario dijo que lo desconocía en ese momento. «Como se sabe, fui víctima de esta invasión en la campaña que me llevó a la presidencia. Así lo confirman las confesiones de quienes la manejaron administrativamente y las pesquisas de la justicia». El cártel de Cali puso entre seis y siete millones de dólares para intentar que Samper ganara, algo que sucedió.

En 1995, don Carlos, con 49 años por aquel entonces, se instaló en Madrid tras pasar cerca de dos décadas entre Colombia y Venezuela. Al poco de su aterrizaje compró por 300 millones de pesetas (1,8 millones de euros) el gimnasio Abascal, un lugar donde políticos, empresarios y ricos de media España entrenaban y jugaban partidas de squash, además de cerrar negocios.

Fijó su residencia en un chalet que hasta hacía poco tiempo había sido propiedad de Gilberto Rodríguez Orejuela, fundador del todopoderoso cártel de Cali junto a su hermano Miguel. Gilberto fue arrestado en su país poco antes de la vuelta de don Carlos a España. La situación en Colombia era compleja para la organización y preferían tenerlo en Europa lavando su dinero a través de la adquisición de inmuebles y negocios.

En esa labor como blanqueador, don Carlos tuvo contacto con miembros de la banda terrorista ETA. Los etarras querían introducir en el cauce legal parte del dinero que conseguían a través del cobro del impuesto revolucionario que imponían mediante el chantaje a personajes notables del País Vasco.

Uno de los etarras con los que Carlos Florentino Fernández contactó fue Emilio Arrizabalaga, uno de los secuestradores del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara y quien hacía la misma función que don Carlos dentro de ETA. Ambos, narco y terrorista, se reunieron al menos en una ocasión en Madrid para realizar una inversión inmobiliaria conjunta en un polígono industrial en Alcalá de Henares.

El 5 de agosto de 1997, EL MUNDO llevó a su portada la relación entre don Carlos y Arrizabalaga. Contó que los dos habrían blanqueado dinero, uno procedente del narcotráfico y otro de la extorsión, a través de sociedades y cuentas bancarias radicadas en Gibraltar, por entonces un paraíso fiscal con secreto bancario. Finalmente, aquellas sospechas de la Guardia Civil y del juez Baltasar Garzón —hoy, expulsado de la magistratura— no pudieron concretarse en una acusación formal.

De aquello ha pasado ya un cuarto de siglo. Ahora don Carlos vivía junto a su mujer en un chalet adosado, sin alardes de cara al exterior, en la urbanización Marbella Mar, a 40 metros de la playa. Sus días transcurrían entre almuerzos intrascendentes en restaurantes de lujo y reuniones con colombianos en la ciudad costasoleña y en Madrid.

A don Carlos le gustaba llevar una vida discreta. Siempre iba ataviado con una gorra, prenda que usa desde que se quedó calvo, siendo joven. El día de su detención también llevaba una de color azul.

Los miembros de GRECO Costa del Sol, que han contado con la colaboración de la Policía de Colombia durante la investigación, le encontraron 200.000 euros en fajos de billetes de 50 escondidos en el interior de unas láminas negras que ocultaba dentro de un mueble. También se le intervino un revólver con munición.

Los investigadores con los que contacta Crónica consideran que ese dinero procede de alguna operación de envío de cocaína que «ha debido llevar a buen puerto» desde que salió de prisión.

«El de los 60 kilos no fue un envío de prueba. Estamos seguros de que querían meter mucha más cocaína en España», añaden las fuentes consultadas. Y para eso la figura de don Carlos, también apodado el Viejo por su avanzada edad, seguía resaltando.

La Policía Nacional también detuvo a dos miembros de la organización de Carlos Florentino Fernández. De don Carlos cuentan que en las escuchas telefónicas evidenciaba que era un «perro viejo en el negocio de la coca, con contactos al más alto nivel aquí y allí, en Colombia».

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