La piedra 'rosetta' del Quijote

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Una sencilla pregunta ha inspirado cientos de tesis y mantenido ocupados a los cervantistas durante décadas: ¿por qué en La Mancha? Para el especialista Javier Escudero, la geografía de los primeros capítulos del Quijote está muy clara pero «uno de los mayores misterios del Quijote es saber por qué Cervantes escogió La Mancha y a un hidalgo loco manchego como protagonista de su novela más importante y no cualquier otra comarca y no cualquier otra persona», cuenta el autor de Las otras vidas de don Quijote (Sine Qua Non). «Se ha dicho que fue por un romance, porque el propio manco de Lepanto era un manchado, es decir, un judío convertido, o por simple casualidad. Pero nada de eso es cierto».Pero ¿y si resulta que Cervantes nunca estuvo en esas tierras?

Hace unos meses, Escudero encontró en el Archivo Histórico Provincial Toledo un documento de compraventa de cuatro majuelos que podría resolver el viejo dilema sobre los llamados «dos Quijotes»: el protagonista de la primera novela moderna, cuya primera parte se publicó en 1605, y el del Persiles, de 1617, la última obra de Cervantes. «¿Que posibilidades había de que hubiera un documento en el que aparecieran juntos Alonso Manuel de Ludeña, el resobrino de Antonio de Villaseñor, y el hijo de Alonso Quijada en Esquivias, los dos nombres que inspiraron a los personajes de estos libros?», se pregunta el experto. «Muy pocas, desde luego. Pero yo he encontrado la conexión y he reunido suficientes pruebas que confirman que Ludeña pudo ser el informante que le contó a Cervantes las historias familiares que luego plasmaría en el papel».

De acuerdo con esta tesis, Cervantes sólo estuvo de paso en La Mancha. «Mi libro viene a desmentir todas las teorías según las cuales el autor escribió el Quijote en una cueva o en una cárcel, o que recorrió La Mancha como cobrador de impuestos, lo que no está fundamentado». Lo único cierto es que Cervantes llegó a Esquivias en 1584 para casarse con una noble villana llamada Catalina de Salazar y Palacios. «No sabía dónde se metía. Él pensaba que era un matrimonio ventajoso, pues era pobre. Luego sería consciente de que ese mundo de riqueza y esplendor de linaje, de aparente retiro lujoso y tranquilidad villana, era en el fondo tan sórdido como la corte que detestaba y estaba lleno de las mismas apariencias y mentiras».

En los corrillos de las plazas, las cosas iban a mayores y los bulos y las infamias de los familiares y amigos eran constantes, como también lo era la implacable memoria de los vecinos para recordarlos. «Cervantes no tuvo que moverse de su casa para escribir el Quijote, sino que lo hizo durante largas noches escuchando a un hidalgo manchego que vivía a sólo dos cuadras». Se refiere a Alonso Manuel de Ludeña, de Quintanar de la Orden, uno de los hidalgos más importantes de La Mancha.

«De entre todos los parientes de su mujer que pretendían ser caballeros, al que más odiaba el cuñado de Cervantes, Francisco de Palacios, era desde luego a Gabriel Quijada», el otro abajofirmante que ha desempolvado de los archivos toledanos. «Palacios llegó a mandar un memorial a la corte para que no pudiera ser caballero, y lo consiguió. Es decir, que por la mesa de Cervantes pasaron los Carriazo, los Salazar, los Rincón...».

Escudero no duda en recrear aquellas cenas: «Cervantes preguntaba a su mujer y a su familia quiénes eran y cuchicheando le contestaban: pues éste es ilegítimo, éste es un mentiroso...». Mientras unos compartían sus grandezas, la familia daba rienda suelta a las miserias de su linaje.

«A todos ellos, Cervantes los hará protagonistas de sus novelas, y se burlará de ellos. Y entre estas novelas estará, por supuesto, el Quijote». También pudo citarse con ellos en los mesones de la zona. «Entre todos esos cuñados pesados que estaban allí todo el día metidos con su familia política, uno de ellos, Ludeña, el manchego, es el que tiene la conversación más interesante». Ludeña es familiar lejano de la mujer de Cervantes. «Sale huyendo de Quintanar de la Orden porque en 1592 intenta matar a Luis Ortiz. Un año después llega a Esquivias medio perdido y busca a un amigo, a alguien que le escuche...».

Buen conversador, Ludeña cuenta mil y una gestas de sus antepasados, de cómo lucharon con el Emperador Carlos y fueron con él a la Coronación en Italia, con los familiares de su mujer. «Ahí atrapa a Cervantes, que se siente soldado por los cuatro costados pues, como decía Calderón, la milicia no es más que una religión de hombres honrados».

Delante de una mesa mal calzada de un mesón y con un buen vino, Cervantes pudo pasar largas noches con Ludeña, sus criados y sus aduladores escuchando la vida y milagros de su familia: «Que si su cuñado casi muere en un duelo con otro que iba disfrazado con casco y cota de malla, que si su primo había atacado a los molinos de viento con su espada, que si hasta una vez un hidalgo trastornado se había comprado un rocín que se caía muerto por el suelo y que, no contento, había contratado a un criado y se había hecho pasar por caballero...».

Todos ríen, y otro cuenta alguna barbaridad más. «Pero Cervantes está a lo suyo, escuchando, pergeñando una novela para criticar a su enemigo Lope de Vega, quien también está por Toledo. Aún no sabía bien qué es lo que iba a contar, pero ahora, después de tantas noches, lo tiene claro». Vaya por delante que los Quijada son hábiles lectores de libros de romances. Uno de ellos habla de un labrador que se vuelve loco leyéndolos. Ése será el argumento. «El nombre de su personaje lo tomará precisamente de su casero, el cuentacuentos Alonso Quijada, un viejo pesado con un montón de hijos y podrido de dinero». A su cuñado, por cierto, le alegrará que se burle de él y de su hijo Gabriel en el Quijote, donde llega a nombrarlos caballeros en una venta y a base de golpes. «Lo raro es que a Cervantes esto no le costara más de un disgusto en la calle...».

Los relatos del manchego Ludeña, el informante, van ganando terreno en las páginas que va escribiendo. «Las barbaridades que cuenta sobre su familia son tan estrambóticas que parecen mentiras. Pero no lo son, él jura que sucedieron. Y así fue realmente». Cervantes ya lo tiene claro: el protagonista del Quijote será manchego y hará las locuras que le han contado de todos los Ludeña, Villaseñor, Ortiz y Acuña. «Por supuesto, la geografía del Quijote será el triángulo que forman El Quintanar de la Orden, Miguel Esteban y El Toboso, que es donde vivían estos Ludeña».

Visto así, el Quijote no es tan difícil de entender como sostienen algunos cervantistas. «El realismo empieza desde la primera frase y, aunque todos son personajes literarios, se limita a narrar hechos que se pueden encontrar en los archivos. Solamente hace falta entender el contexto, lo que le tocó vivir, lo que pudo ver, sentir y escuchar». O dicho con otras palabras: «Cervantes no necesitó vivir en La Mancha, ni escribir su novela en una cárcel o una cueva. Porque fue La Mancha la que acudió a él durante las largas noches en una taberna en compañía de un misterioso informante al que por fin hemos puesto nombre».

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