Pseudocidios: los falsos muertos

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Lucas de la Cal

Sudesh Kumar quemó viva a su hija de 13 años porque había planeado fugarse y casarse con un hombre de casta inferior. La niña fue una de las 145 víctimas de los crímenes de honor que hubo en 2018 en India. Su padre fue detenido y condenado a cadena perpetua en la cárcel de máxima seguridad de Tihar, en Nueva Delhi, el complejo penitenciario más grande en el Sudeste Asiático.

¿Fin del suceso? Desde luego que no. Este es sólo el comienzo de una historia de sangre y fuego en la que hay dos asesinatos y una muerte fingida.

Mayo de 2021. Una nueva ola de coronavirus, la más fuerte hasta la fecha, está dejando récords diarios de contagios y muertes en India. Las autoridades están empezando a reportar brotes en algunas cárceles sobrepobladas del país y el gobierno ha decidido dejar salir a miles de presos en régimen de libertad condicional. Deberán volver a la cárcel cuando la situación mejore.

Entre los presos liberados hay un poco de todo, desde el estafador al que le habían caído unos meses de condena, hasta el asesino que cumplía cadena perpetua. Sudesh Kumar, el hombre que mató a su hija de 13 años, es de los muchos criminales de Tihar que han recibido la condicional y regresa a casa con su esposa. Aunque este hombre de 36 años ha decidido que nunca más volverá a pisar la cárcel.

Noviembre de 2021. Kumar y su esposa Anupama llevan meses planeando cómo lograr que él no vuelva a prisión. En la tarde del día 19, el matrimonio llama a dos albañiles para hacer reparaciones en casa. Al que más se parece en altura y constitución a Kumar, lo convencen después para que se quede a cenar y a probar un licor muy fuerte que han comprado.

Con el paso de las horas y la copiosa ebriedad, cuando el albañil, llamado Domen Ravidas, ya ni se puede sostener en pie, Kumar coge un catre de madera y comienza a golpearle en la cabeza hasta matarlo. Después, Kumar prende fuego a un periódico y extiende las llamas por el rostro de Domen hasta desfigurarlo totalmente para que nadie pudiera reconocerlo.

Ya es de madrugada cuando Kumar sale de casa con el cadáver envuelto en un sacó que ata a la parte trasera de su bicicleta. Llega hasta los suburbios del norte de Nueva Delhi, donde lanza el cuerpo a una parcela vacía. Ha metido su tarjeta de identificación en un bolsillo del pantalón de Domen para que, cuando la policía encuentre el cuerpo, piense que se trata de Kumar.

Así ocurrió al principio. Incluso la esposa cómplice fue a reconocer el cuerpo diciendo a los agentes que se trataba de su marido. Pero la policía de Nueva Delhi, que lleva muchos años destapando casos de personas que fingen su muerte para evitar la cárcel o para cobrar seguros de vida, se puso a investigar. Revisando las cámaras de las calles vieron imágenes de Kumar cargando el cuerpo en una bicicleta.

El asesino reincidente y su esposa fueron arrestados esta semana. La noticia abrió las páginas de sucesos de los periódicos locales. Pero no es la primera vez que un pseudocidio, como se conoce al acto de fingir la propia muerte, ocupa espacio en la prensa del país asiático.

Hace un mes, Abdul Hanif, un hombre de 46 años del estado de Madhya Pradesh, fue detenido después de falsificar su certificado de defunción y de que su familia reclamara al seguro de vida que el supuesto fallecido había contratado días antes. Los trabajadores de la compañía de seguros sospecharon y lo denunciaron a la policía, que encontró vivo a Hanif y descubrió que era muy amigo del médico que certificó su falsa defunción.

En octubre, en el estado central de Maharastra, Prabhakar Waghchoure (54 años) fue arrestado por querer cobrar también el dinero del seguro fingiendo su muerte, pero en su caso no falsificó ningún certificado, sino que mató a un hombre con una serpiente venenosa. Otros asesinos han utilizado en India este método para que los crímenes parezcan accidentes. Hace un par de meses, un hombre fue condenado a cadena perpetua después de sedar a su esposa y lanzarle una cobra. Pero el caso de Prabhakar es el primero en el que la serpiente es el arma homicida para un pseudocidio.

LAS SERPIENTES

Prabhakar tenía contratado un seguro de vida en Estados Unidos por valor de cinco millones de dólares. Tras 20 años viviendo en América, regresó a India con su mujer y se quedó a vivir en la casa de sus suegros. A toda la familia la involucró en un crimen que consistió en llevar a la vivienda a un mendigo con problemas mentales y hacer que una cobra venenosa, que había comprado a un encantador de serpientes, le mordiera.

Después de asegurarse de que estaba muerto, los suegros y la mujer de Prabhakar llevaron el cadáver del mendigo a un hospital, donde se hicieron pasar por los familiares y registraron su nombre como P. Waghchoure. Con el certificado de defunción aprobado, enviaron toda la documentación a EEUU para cobrar el seguro. Pero la compañía, antes de efectuar el pago, solicitó a la policía india que investigara el caso y que se asegurara de que Prabhakar estaba realmente muerto. Lo encontraron en casa de los suegros.

En septiembre, la policía resolvió otro caso de un patólogo de 34 años, Rakesh, que había asesinado a su esposa y a sus dos hijos en 2018, lanzando después sus cadáveres a un pozo. «Sabía cómo destruir las pruebas, incluidas las posibles huellas dactilares. Luego ideó otro plan para quitarse de encima a la policía. El y su novia asesinaron a otra persona de una aldea que se parecía al acusado. Lo decapitaron, le cortaron las manos y le quemaron la cabeza. Luego, Rakesh vistió el cadáver con su ropa y le metió su carnet en el bolsillo para intentar demostrar que era su cuerpo», explicó el policía que le investigó.

La prueba de ADN realizada al cadáver sin cabeza demostró que el cuerpo no era de Rakesh y la policía dio con el asesino, que vivía en el estrado de Haryana con un nombre falso.

Los casos del pseudocidios en India continúan este año con un influencer, Irfan Khan, de 28 años, que en julio publicó un vídeo con su propia muerte al saltar a las vías del tren. Sus 45.000 seguidores en Instagram se lo creyeron. No así la policía, que lo arrestó por hacer creer a la gente que había muerto para ganar seguidores. En abril, en medio de los cierres de la pandemia, para poder regresar a su casa, Hakim Din, un vecino de 70 años, sobornó a los conductores de una ambulancia para que dijeran que llevaban un cadáver.

Un mes antes, Abraham Rock, de 36 años, falsificó un certificado de defunción para cobrar el seguro. En enero, Pradeep Kumar compró una cabra, degolló al animal y vertió la sangre por toda la cama. Cuando la policía lo encontró vivo, explicó que había fingido su muerte para escapar de las torturas de su mujer.

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